lunes, 11 de febrero de 2008

El primer cap de setmana a Bayreuth

Cierto es que llegué hace ya semana y pico, pero como el primer fin de semana estuve por tierras sajonas, este ha sido oficialmente el primero en tierras bávaras. Me gusta la foto que les pongo, recogida hoy en la web del Wetter de los Tageschau, tomada en Odenwald, Hessen.


Representa el tiempo del que estamos disfrutando: sol y luz, lo que parece ser la tónica en toda Europa estos días. Casi llegamos a los 10 grados a mediodía, pero por la misma razón de la falta de nubes, en cuando el sol se esconde bajamos de los cero. Hoy mismamente al venir al instituto se podían ver coches cubiertos con finas capas de hielo.

Sábado, levantándose a una hora decente, ya de día. Alguna gente del instituto organizaba ese día una excursión para ver piedras y objetos similares en los alrededores, conocido de antemano el maravilloso tiempo que se nos pronosticaba. Ya conocerán ustedes mi experiencia con ese tipo de eventos, así que, teniendo también en cuenta que era Sábado y que los fines de semana son para dormir, supondrán ustedes lo que hice al respecto.

El primer objetivo del día era buscar un sitio donde cortarme el pelo, que ya tocaba. No pude hacerlo en Jena el último día, por lo que aquello se quedó como una tarea pendiente. La gente del instituto no supo recomendarme ningún sitio en concreto, así que al final me decidí por un salón de estos tipo unisex, sitios a los que también había ido en Jena. Y no fue mal. Me dieron un estilo un poco más informal, que sólo duró hasta que llegué a casa y me lavé la cabeza. Quizás lo repita un día de estos, pero necesito comprarme espuma o algo similar.

Después, visita al Real para comprar vino blanco. El responsable del microscopio, que es japonés, me invitó a cenar el sábado por la noche, preguntándome antes si me gustaba el pescado, algo que confimé, faltaría más. Por lo tanto decidí llevar un par de botellas de vino blanco español, ambos de Castilla la Mancha: uno de Osborne y otro de Airen. Mis nociones sobre este tipo de caldos son limitadas aún, comparadas con los tintos, pero la elección fue bastante adecuada. Me gusta este supermercado, vuelvo a tener uno cerca de casa. Es parecido a un Carrefour, aceptan tarjetas de crédito internacionales y puedes encontrar muchísimos productos españoles. Unas fresas de Huelva cayeron en la bolsa. Es casi como estar en casa.

Y por la tarde, a las 7, cena japonesa. Una delicia. Creía que iba a venir también mi jefe, pero no, al final estaba allí con cuatro japoneses y un alemán marido de una nipona. Mi compi de despacho también estaba allí. Era evidente que yo era el centro de atención, yo era el raro. Y para más curiosidades, hicimos del alemán el idioma oficial de la cena. Apoteósico, y no sólo por esto, sino porque la comida estaba deliciosa. Por allí pasaron salmón con verduras al horno según se hace en Hokkaidō, isla norte de Japón, sopa de algas, pepinos al estilo japonés, arroz de sushi y otros productos asiáticos que se pueden comprar aquí en Bayreuth, como una especie de snacks recubiertos de wasabi o chocolates japoneses, productos que pronto formarán parte de mi despensa. Y allí estaba yo, hablando de España, de América y de sus costumbres y leyes a mis acompañantes, con algunas incursiones en inglés porque mi compi de oficina aún no pilla mucho el idioma de Goethe. Surrealista. Además, volví a casa en un Audi TT, con clase y estilo. Lo que sucede que tengo que aprender las normas de cortesía y educación japonesas, que son curiosas también. No sólo el número y forma de las reverencias. Me llamó la atención como Kyusei dejaba la casa de Nobuyoshi y esposa caminando hacia atrás, es decir, mirando hacia la puerta de la casa. Interesante. Me da la impresión de que me voy a volver un amante de la cultura japonesa. Al tiempo. Por cierto, superé la prueba de comer con palillos, aunque al final me tuve que ayudar un poco con un tenedor.

Ayer domingo también hizo un día espectacular. Pretendía salir a leer al Hofgarten, pero entre que me levanté algo tarde y me puse a hacer la comida, se me quitaron las ganas. Ya han aparecido españolas, en concreto dos chicas de Derecho, una posdoc y otra predoc. La primera resulta ser vecina mía, asturiana ella. Así que salimos por la tarde a tomar un café y un gofre a una de las cafeterías italianas del Markplatz, la San Remo, una vez descartada la primera opción, el Café de la Ópera. La carta de helados era bastante provocadora, pero esperaremos unos días aún antes de proceder al ataque. Sí, un sitio luminoso y con colores vivos, esto es otra cosa señores. Luego, de vuelta a casa, pasamos por la tienda asiática que comenté antes, en la que estaban descargando material. El dueño se alegraría de mi interés por ver los horarios y nos regaló una especie de galleta china con un mensajito en papel dentro en el que decía algo así como "ama tu trabajo pero no seas esclavo de él", en alemán por un lado y en inglés por el otro. Bueno, no me lo regaló a mí...

Y ya en casa, conversación en dos tandas con un profesor norteamericano visitante ya jubilado de Tennessee y posteriormente con su alemana esposa. De mayor quiero ser como ellos, dedicarme a visitar Universidades por el mundo mientras paseo por el campo y hago senderismo los fines de semana.

Y así se acabó el primer fin de semana. Empieza ya la segunda semana, y el trabajo. Hoy me han dado mi ordenador, fijo y con una gran pantalla plana. Esto tiene sus pros y sus contras. Lo bueno es que ya no tengo que ir cargado al instituto. Lo malo es que desde ahora el portátil se quedará pasa uso privado o de emergencia, porque si se trabaja en dos ordenadores al final no se sabe en cuál de ellos se tienen los datos, y eso es un lío. Así que hoy me he dedicado a copiar archivos de uno a otro y a instalar programas, aparte de a la primera sesión con mi nuevo microscopio. Ya se fue el sol, ya hace frío en la calle...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La sección de fans ICMSE demanda una fotografía con tu nuevo look.

CAJA!

Anónimo dijo...

Me imagino que la comida japonesa de verdad será como la india o la árabe de verdad: deliciosa, sin comparación a lo que ofrecen en los restaurantes que se anuncian con gran bombo en todas partes y en los que generalmente se come nada más que regular. En mi primera salida al extranjero, tuve una compañera de casa japonesa (veinte años mayor que yo) que me dijo que nunca, nunca, fuera a un restaurante japonés, a no ser que estuviera en Japón. Curioso.

Por cierto, el REAL es mi supermercado favorito en Alemania!

Anónimo dijo...

Segunda prueba de comentario con Open ID (el primero no ha salido, pero porque he hecho algo chungo).