sábado, 21 de noviembre de 2009

Tampoco compensa

Esto de estar triste y ligeramente decaído en lo anímico, sin ganas tampoco de dramatizar. Primer fin de semana en casa y sin compañía en muchos meses, aunque ambas ideas no están conectadas para nada. Noviembre es lo que tiene, pese a ser el mes de mi cumpleaños y de mi día. Es un mes muy puñetero, especialmente conforme más al norte uno se encuentra. Afortunadamente ya va tocando a su fin. Hoy estaban preparando el mercado de navidad en pleno centro de la ciudad y la decoración navideña está ya bastante avanzada. Pero como decía al principio, estar así no compensa. O sí, who knows. ¿Qué hacer entonces en una relativamente cálida mañana de sábado? Pues lo típico, fundirse con creces el leve aumento de sueldo que se acaba de producir antes que el solemne suba los impuestos. Mal para él, porque cuando lo haga yo volveré a ser alemán, o al menos eso espero.

Corte de pelo, 10 €
Delicatessen líquidas, incluyendo vinagre balsámico de Módena, aceite de semillas de calabaza, vinagre balsámico de mango y un licor de la zona, el Alte Fränkische Pflaume, 20 €. Esta tienda me pone bastante, lo siento. Será deformación profesional. Y da gusto hablar con el matrimonio que la lleva, pese a mis limitaciones con el Deutsch.
Dos pares de calcetines del H&M, 5 €.
Un filetón fresco de atún, 15 €
Cinco gambas grandes frescas, 12 €
Kilo y medio de mejillones frescos, 6 €
Tres latitas de anchoas del Cantábrico en aceite de oliva, 6 €.
Casual shoes grises, 30 € reduziert :p
Rallador de queso y bola para meter el té, 4 €

Ahora bien, los spaguettini fruti di mare que me voy a hacer ahora mismo no tienen precio. La intención inicial era hacerlo bolognese, pero la carne deberá esperar...

martes, 17 de noviembre de 2009

Las habilidades decorativas

- Si entras en mi casa verás como para nada hay elementos de decoración. Todo es muy funcional, y luego me quejo de los americanos. Mi casa en Alemania está tal y como me la dejó el chico que antes vivía aquí, salvo por una lámpara que compré para tener luz cerca de mi cama. Cuando vivía en Sevilla, tres cuartos de lo mismo. No me imagino tener que empezar de cero al llegar a una nueva vivienda. Menos mal que aquí en Alemania he vivido en tres residencias de la Universidad y el piso que finalmente alquilé estaba amueblado, porque yo me veo incapaz de ordenar el espacio con cosas. Aunque tendría que hacerlo, y de hecho lo haría, si no me quedara más remedio.

- Para nada, Alberto, no me lo creo. No puedes decir eso. Esos conceptos están unidos. Vaya, tú tienes creatividad, lo demuestras cocinando, probando nuevas combinaciones, y también con tu forma de vestir. Así que no creo que tuvieras mayores problemas para poder no sólo diseñar una casa totalmente vacía, sino también decorarla.
No termino yo de compartir esa idea. Quizás sea todo una cuestión de ser bastante vago en esos aspectos. Y conservador. O considerar que es un asunto totalmente accesorio y no me merece la pena gastar tiempo en ello. Lo cierto es que casi toda la gente que conozco trata de hacer suya la casa en la que vive, ya sea con pósteres, dibujos, cuadros, fotos, otros elementos o incluso cambiando los colores de las paredes. Pero yo, no. Nunca. Si acaso alguna bandera de algún país en el que he vivido o he visitado, y alguna que otra postal recibida. Este curioso tema se originó haberme metido ligeramente con un amigo, mientras tomábamos café en su casa, por la forma tan interesante en la que la tenía decorada. Y por el juego de colores, y por el orden. ¿Cómo lo ven ustedes?

martes, 3 de noviembre de 2009

No compensa

Quizás no sea justo y todo sea futo de la tristeza, del abatimiento y de la frustración que ahora me acompañan, pero bueno, no me queda otra. Algunos de ustedes sabrán que he estado examinándome esta semana en Madrid, y de hecho en ello sigo hasta el final, para intentar obtener una plaza de investigador fijo en España. Acaban de salir los resultados del primer examen y, aunque lo he aprobado, he quedado muy lejos en puntuación de la gente de cabeza. No es que esperara obtenerla, pero tampoco pensaba que me iba a quedar a tanta distancia. Y más aún cuando me ha salido el mejor de los exámenes posibles, lo que no ha sido, evidentamente, suficiente. No quiero pensar cómo será el resultado el día que tenga una mala actuación, esté nervioso y tenso y no sepa responder a las preguntas del correspondiente tribunal. También es cierto que yo era el más joven, con diferencia, el que tenía menos experiencia y que este año, dado el bestial recortes de fondos para investigación y las casi nulas plazas ofertadas con la consecuente fuerte competencia, esta era una aventura especialmente difícil. Suicida, casi.

Pero aún así, a día de hoy es imposible. Igual que con los famosos contratos Ramón y Cajal, relativamente estables. O mucho cambian las cosas o de aquí a cuatro o cinco años o incluso más me puedo ir olvidando de ellos. Son inalcanzables. ¿Y qué queda entonces? O Alemania o contratos de tres años en España, cuya obtención no es para nada segura. Y eso es lo que no compensa. Lo pienso una y otra vez. Y no puede ser. Porque no compensa. Porque después ¿qué se hace? ¿Vuelves al extranjero? ¿Das carpetazo a la vida investigadora e intentas entrar en el mercado laboral con 35 años? No compensa. No compensa tener un salario en España un 40 % más bajo por un puesto de la misma categoría profesional y sin embargo pagar el doble por el alquiler del piso donde vives. No hablemos ya de comprar una vivienda. No compensa. No compensa que el precio de las cosas sea similar o incluso más barato en Alemania y que además en España cualquier mindundi gane lo mismo o incluso más que tú, no pague impuestos y se haya esforzado la centésima parte de lo que tú has hecho en tu vida. Que en Madrid te cobren 5 € por una simple botella de cerveza holandesa es directamente un crimen. Tenemos un país muy pero que muy sobrevalorado. Y además, esa valoración es sobre la nada, porque eso es lo que hay debajo de toda nuestra fachada. No compensa volver a una ciudad con agobios, donde no se puede conducir, donde no puedes dejar el coche en la calle, llena de atascos, caótica y sucia. No compensa. Sí compensa estar a 15 minutos andando del trabajo y a 10 del centro. Esto es, tenerlo todo a mano. Y si al final hay conjunción planetaria y por casualidad consigues una posición medianamente estable en España, tener y formar a estudiantes es la siguiente batalla, porque no les puedes ofrecer estabilidad. No hay manera. Y sin contar la de cabezazos contra la pared que te vas a dar en vano. Son batallas tras batallas sin que se pueda ver el final. Ahora más que nunca es cuando sigo pensando que no sé qué quiero hacer con mi vida. Porque prácticamente nada me ata a mi país y ciudad de origen. Y que conste que a toda la buena gente que conozco le tengo un gran aprecio, pero estoy hablando de otras ideas. Porque si echo de menos el mar, símplemente tengo que agarrar un avión y pasar un fin de semana en Cádiz. Porque como dije hace algo de tiempo, cambio esa excursión por ir a pasar el fin de semana a Dresden. O a Hamburgo. No sé, sinceramente...