jueves, 10 de mayo de 2007

Regreso a España

Preferí pillar el tren que salía de Jena a las 8.30 de la mañana porque, aunque suelen ser eficientes, nunca se sabe y más vale ir con un par de horas de adelanto en caso de contingencia. Así que desayuné en el hotel, recogí la factura y decicí ir andando hasta la estación Jena West, que está a unos 10 minutillos desde el centro de la ciudad.

Como de costumbre en mi caso, para llegar al aeropuerto de Frankfurt hay que hacer trasbordo, así que el primer tren fue un regional que, apenas 15 minutos después, me dejó en Weimar. Es una ciudad dicen que muy bonita y conocida por ser el origen de la llamada República de Weimar, régimen alemán de entreguerras cuyas bases se establecieron en esa ciudad de Turingia aparentemente alejada del bullicio. Esa etapa finalizó a principios de los años 30 con el apogeo del nacional socialismo.

Estación de Weimar

El sobrenombre de la estación da una idea del carácter de la ciudad, eminentemente cultural. Allí esperé un ratillo hasta que llegó un InterCity Express, una especie de AVE alemán, que acumulaba unos 15 minutos de retraso. Procedente de Desden y destino aeropuerto de Frankfurt, este tren era especialmente cómodo y nuevo. Sin embargo, la velocidad máxima que alcanzó fueron los 170 km por hora. Ciertamente me esperaba algo más, quizás no podía ir más rápido por el tipo de vía.


ICE destino Frankfurt Flughafen

Interior del ICE procedente de Dresden

Una vez en el aeropuerto, con bastante tiempo por delante, decidí ir a la Terminal 2, desde donde salía mi vuelo, en tren, en lugar de hacerlo en autobús, descubriendo que el este último medio (ambos son gratuitos) es bastante más cómodo y rápido. Para pillar el Skyline hay que entrar en la Terminal 1 y recorrerla. Es útil para cambiar de terminal si ya estás dentro, pero si justo vas de la estación de tren a la Terminal 2, lo más sensato es pillar el autobús. Ya lo sé para la siguiente ocasión.

Mi tren estacionado en la estación del aeropuerto de Frankfurt

Salidas de vuelos en el aeropuerto de Frankfurt entre las 12 de la mañana y las 14.20

Busqué el mostrador de Iberia, facturé y entré, no sin antes ser requerido a abrir mi mochila por la guardia de seguridad alemana. Parece ser que se me había olvidado tirar la botella de agua, y como ahora no se pueden meter líquidos... Yo me disculpé porque se me había pasado completamente (todo en alemán, sí señor) y la mujer me dijo si quería beber algo. Así hice y luego le di la botella, que fue directamente a la basura. Cierto es que llevaba una intención, y es que como los simpáticos de Iberia no dan ya ni agua en los aviones, qué menos que llevar una pequeña botella, pero claro, no tuve en cuenta el tema de las nuevas normas de seguridad. Desde aquí hago un llamamiento para que, al menos, den agua o algo de beber. Vale que los refrescos y la comida la tengas que pagar aparte, pero agua... eso ya es pasarse. La nueva táctica consiste en entrar con botellas vacías y llenarlas dentro de la zona de embarque. Es cutre, sí, pero pagar 2 euros o 3 dólares por una botella de 150 mL de agua es una pasada.

Airbus A319 de Iberia destino Madrid Barajas

En Frankfurt tocó esperar un ratillo, mientras me comí un apetitoso bocadillo alemán. Luego en el avión me tomé un sandwich de estos que tienen, y, pese al precio, tengo que decir que estaba exquisito. Fast Good creo que se llamaba, y me dejó un buen sabor de boca durante algún tiempo.

Terminal 4 de Madrid Barajas vista desde las puertas H

Salidas de la T4 de Madrid Barajas de 19.30 a 7.30

Una vez en Madrid, aterrizando en la Terminal 4 S, volví a tomarme un café en un Starbucks, algo que no hacía desde mi llegada de los Estados Unidos. Pillé el tren subterráneo destino Terminal 4, pasé un nuevo control de seguridad (¿?) y esperé a la salida del vuelo a Sevilla, en uno de esos MD 88 que Iberia lleva jubilando unos años. Debo decir de todas formas que sus asientos son más amplios que los de los Airbus 319 que cubren las rutas con Frankfurt y Ginebra, con butacas grises y estrechas, frente a los A320 que cubren algunos vuelos con Sevilla y los de Londres, con sus típicas butacas azules y medianamente cómodas. Ambos aviones son tremendamente similares, no sé si sólo se diferencian en el interior o bien hay alguna otra variación. A ver si Iberia se entera que para incomodidades ya están las aerolíneas de bajo coste.

Destino: Sevilla

MD 88 de Iberia destino Sevilla

Y así, 13 horas después de la salida de Jena, llegué a Sevilla hacia las 21.30. Algo cansado pero bueno, era sábado. Desde el 1 de Mayo hay un vuelo directo Sevilla - Frankfurt, lo que hará las cosas mucho más fáciles y algo más baratas. Seguiremos informando pues.

martes, 1 de mayo de 2007

Jena


Al final el jueves por la mañana conseguí que una de las chicas de Potsdam me dejara meter las maletas en su coche para así, al terminar el curso, irme directamente a Jena desde el instituto. La idea, como comenté en el artículo anterior, era tomarme algo con Frank y luego irme en tren. Sucede que los alemanes del BGI me encontraron una plaza en la furgoneta en la que iban a Jena. A las 12 salimos de Bayreuth y llegamos a Jena hacia la una y media.

La frontera entre Baviera y Turingia en la A9, que une Munich y Berlín, es curiosa, se ven aún vestigios de la antigua frontera entre la antigua República Federal y la DDR. El límite natural es un río, sobre el que ahora existe un puente llamado "de la Unidad Alemana" Da gusto, comparaciones aparte. Primera diferencia nada más pasar la frontera: las carreteras son bastante peores, pese a que están invirtiendo bastante en arreglarlas y en hacer nuevas autopistas. Por cierto, es cierto que no hay límites de velocidad, salvo en tramos señalados. Una razón más para llevarse el coche.

Los alemanes me dejaron cerca del centro y yo ya me las apañaría para encontrar el hotel. La ciudad parecía distinta, como parada en el tiempo. No me agradaba en exceso. Había un claro elemento discordante, una gran torre en pleno centro de la ciudad, de la que luego hablaré. Mi hotel estaba supuestamente a unos 300 metros de la estación de trenes Jena Paradies, en la que paran los ICE a Berlín. Y allí estaba yo, sin mapa y nada, confiando en mi tradicional sentido de la orientación, que volvió a funcionar. No sé cómo lo hice, pero cuando ya empezaba a pensar que preguntar a alguien sobre la situación de mi hotel sería algo interesante, este apareció de repente frente a mis narices. Olé ahí. Dejé las cosas y me fui al Instituto, donde a mi futuro jefe le daban un premio.

Jena desde la torre del Instituto de Ciencias de la Tierra

Llegué sin problemas. Justo en el Instituto Kilian, un posdoc del grupo al que yo conocí en Bergamo, pese a que en ese momento no me acordaba y me extrañaba tela que el colega supiera mi nombre, me indicó por donde entrar a la sala de conferencias. Entré, mandé un mensaje a Frank disculpándome y atendí a las charlas. Allí estaban el rector de la Universidad y el Presidente de Turingia, el señor Dieter Alhaus. Cuando mi jefe me contó por mail que iba a ir "the Prime Minister" yo pensé en Frau Merkel, pero no era así... No me recibió la Canciller sino el Minister-Präsident del Land. Menos da una piedra.

Institut für Geowissenschaften

Luego, tras charlas de gente importante tanto en alemán como en inglés fuimos al edificio principal del Instituto a inaugurar el nuevo microscopio electrónico. Desde la torre del instituto pudimos divisar la ciudad y tomar algunas fotos. A simple vista es una ciudad muy verde, situada en un valle, por lo que es muy estrecha en una dirección y bastante larga en la otra y está atravesada por el río Saale. Stefan me contaba que aquello había cambiado mucho, sobre todo en los tejados. Parece ser que en la etapa socialista no tenían ni material para los tejados. Me estuvo contando las diferencias y cómo era la vida antes. Interesante conversación. Visto lo visto me imaginaba cómo debía ser aquello apenas hace 15 años. Nos dieron de cenar, conversé con la gente, conocí al resto de mi grupo y así acabó la noche. Caí rendido nada más al hotel.

Al día siguiente volví al Instituto, igualmente bien vestido, con el objetivo de entrevistarme con mi futuro jefe. Él quiere que trabaje con ellos, aunque aún no tiene clara la ciudad en la que va a ser, puede que se vaya a Bayreuth. El Instituto en Jena es universitario, es un edificio de unos 50 años y se notan las diferencias con el de Bayreuth, que es uno de los centros punteros europeos de investigación. En Bayreuth tendría más oportunidades científicas, pero parece que la vida social y cultural es mejor en Jena. Siendo aproximadamente del mismo tamaño, aunque Jena es algo mayor y parece más ciudad (105.000 frente a 85.000), la población universitaria en la ciudad de Turingia es casi el triple (unos 21.000 estudiantes) comparada con la de Bayreuth. De todas formas me gustaría acabar en esta última, me gusta más la ciudad, ya me la conozco, parece que tiene más jardines y científicamente no hay color. En el verano revelaremos el misterio final.

Ayuntamiento


Löbderstraße

Tras despedirme de mi jefe, que me dio información para visitar la ciudad, hice lo propio con Kilian y con Geertje, que me la encontré en el camino. El siguiente objetivo era conocer la ciudad. Hay otra pega en el Instituto, y es que está encima de un monte, hay que subir una cuestecita importante. Bajándola un chico me preguntó en alemán por la hora, se la dije y luego me dijo que de dónde era, porque era evidente que ninguno de los dos era alemán. Él era venezolano y trabaja en el mismo Instituto. Curiosa situación de nuevo, de hablar en alemán dos hispanohablantes, como ya me pasó en Frankfurt el año pasado. Este chico estaba haciendo el doctorado y llevaba un año allí. Le pedí el teléfono y mail y luego lo llamaría, porque yo quería descansar algo y cambiarme de ropa.

No comment

Tras llegar al hotel y ponerme algo menos informal, me dispuse a visitar la ciudad cámara en mano. Jena, que al principio me dio algo de miedo, me empezaba a gustar, y es que, salvo por la torre, es una ciudad muy acogedora. Esta torre de la discordia fue construida en los años 70, intentando emular un objetivo de cámara, ya que Jena es la capital alemana de la óptica. Y me puedo alegrar incluso, porque antes era una masa de cemento gris, ahora por lo menos tiene algo de estética, aunque no pegue para nada con la ciudad, donde los edificios más altos tienen tres pisos. Mi jefe mi dijo que debía subir a la cima, pero era tal el odio que le tenía al dichoso rascacielos que, evidentemente, no lo hice. Ahora es un edificio de la Universidad, dicen.

La torre de las narices, 120 metros p'arriba

Y poco a poco, tras comer un sandwich de salmón y un cartón de fish and chips en el Nordsee, especie de McDonalds alemán de pescado, altamente recomentable, visité las diferentes atracciones de la ciudad, incluyendo el Museo Óptico y el famoso planetario, donde Galileo nos contó curiosidades sobre los planetas y estrellas, todo en alemán que, por cierto, entendí casi todo. Lo mismo me pasaba con las noticias en la televisión, aunque el que hablaban en la calle me costaba entenderlo. También fui a la estación del oeste, desde la que salen los trenes a Frankfurt, para comprar los billetes de tren para el sábado. Me sorprendieron las tiendas de verduras y frutas, incluyendo un mercadillo en la Markplatz. Parece ser que los espárragos blancos gruesos estaban de temporada. ¡Qué ricos!

Estación del Oeste

Conexiones de Jena por ferrocarril

Johannisstraße, con la Iglesia de St Michael al fondo


El Planetario

La Markplatz de noche, con el Museo de la ciudad a la derecha

Murallas de la ciudad

Finalmente llamé al chico venezolano, porque esa noche había una fiesta latina, con españoles incluidos, para quedar. Localicé el lugar, junto a la estación de tren y allí estuve hablando con gente de Colombia y Ecuador. Tienen una especie de asociación bastante interesante, allí es difícil aburrirse.

A las 23.30 me volví al hotel, bastante cansado tras la semana intensa de cursos y el día de visita turística. A las 7 de la mañana me levanté, desayuné, e inicié el regreso a casa.