domingo, 20 de enero de 2008

Perder la esperanza

[Inciso: no me pasa nada. Es más, salvo por las dos últimas Rosenpils que me he tomado esta noche, estoy perfectamente. Es simplemente una idea que me ha venido hace apenas 10 minutos, mientras volvía a casa y cruzaba un puente sobre el río Saale, con el agua discurriendo debajo de mí. El agua, ¡qué tendrá el agua!]

No es algo nuevo. La vida no tiene sentido, y al final Alberto (otro, no yo) va a tener razón. La felicidad consiste en la pérdida de la esperanza, en no esperar nada. From lost to the river, como diríamos en español. Simplemente no merece la pena. Puede que existan momentos de supuesta felicidad, o de felicidad relativa, pero serán siempre pasajeros: tal y como vienen, se van. Cuando no se tiene nada que ganar, ni se espera ganar algo, ni tampoco perder, cuando todo lo que te rodea, material o no, te resulta indiferente, cuando no buscas significados a nada, ahí, esa es la posición más cercana a ser feliz, si es que esto existe...

3 comentarios:

Nacho dijo...

Échale un vistazo a esto.

Saludos!

Compai panita dijo...

Interesante reflexión y tal vez, cargada de razón. Claro que para comprobarlo habría que ponerse en esa posición. Los que ya hemos tenido algo no podríamos experimentarlo, pues si nos quedamos ahora sin nada seríamos infelices recordando lo que un día tuvimos. Así que la única forma de experimentarlo sería nacer sin nada y sin esperanzas...¿y serán ellos realmente felices?
Posiblemente solo sean felices aquellos que se encuentran a gusto con lo que tienen y con los que les rodean (que por cierto, como somos inconformistas por naturaleza es imposible).
Saludos

Dani - quepacha dijo...

Alberto, desde hace tiempo llevo pendiente de leer tus reflexiones y aventuras, pero no he podido hacerlo. Hoy leo este pensamiento y considero la de veces que hemos hablado sobre el tema.

"Somos inconformistas, siempre queremos más, en seguida dejamos de ser felices con algo nuevo que conseguimos o tenemos (sea material o no)". Esto es lo que solemos repetirnos en nuestras conversaciones.

La realidad que he ido descubriendo (y que mientras escribo estoy leyendo también en el enlace que nacho te ha puesto en otro comentario), es que la felicidad no es lo que pretendemos que sea.

La felicidad, como emoción que es, es transitoria. Nuestro cerebro no puede permitir que sea duradera en el tiempo, como tampoco lo permite con la euforia, ni con la tristeza. El cerebro intenta que nos mantengamos en un estado de mínima energía. Por lo tanto, nuestro cerebro, nos quita la felicidad para poder volver a tener en otro momento la subida de ánimos.

Así que no creo que el refrán "no es más feliz el que más tiene, sino el que menos quiere" sea del todo cierto, porque nadie es feliz eternamente. De hecho, no hay persona más infeliz que el que trata de ser feliz indefinidamente.

Lo peor de todo es que todo esto me hace pensar que podemos ser felices cuando queramos serlo, Alberto. El secreto está en nosotros mismos. Como cualquier otra emoción, puede surgir sola, pero también puede ser provocada por nosotros mismos.

Lee mi blog, escribo sobre eso ;-)