El aeropuerto de Berlín Tegel es francamente mejorable, aunque hay que tener en cuenta que es aún el viejo aeropuerto del antiguo Berlín Oeste. Es tremendamente estrecho, y es que apenas hay sitio para que pasee una persona cuando hay colas de facturación o en los mostradores. Mi guía de Alemania decía que para el 2007 se preveía la apertura del nuevo Aeropuerto Internacional de Berlín-Brandenburgo, aunque las últimas informaciones sitúan la inauguración allá por el 2011, en los terremos del actual aeropuerto de Schönefeld. A fin de cuentas Berlín es una ciudad tremendamente marcada por la Historia, y este es sólo un ejemplo más.
Ayer iniciamos la retirada de Jena. Tres de los españoles coincidíamos en un mismo espacio-tiempo en nuestro deseo de regresar a casa, vía Berlín. Uno a Sevilla, otro a Barcelona y otro a Tenerife, vía Barajas, como servidor. Así que tanto en el tren como en el primer avión, estuve acompañado. Rara sensación, sobre todo en el avión, porque en tren hemos viajado algunas veces estos últimos meses. Hacía mucho tiempo que no viajaba acompañado, y es que como norma general suelo volar solo. La última, en Septiembre de 2006, volviendo desde Ginebra de un congreso, vía Barcelona, cuando Iberia todavía hacía tránsitos allí, con mi compañero de laboratorio. Esa ruta la hacía Air Nostrum, y recuerdo que nos tocaron unas azafatas muy simpáticas, de las que nos hicimos amigos, vestidas de rojo y azul, a diferencia de las de los vuelos normales de Iberia. Nos ofrecieron incluso una degustación de distintos quesos.
Las imágenes desde el tren fueron ayer especialmente idílicas. Poco después de salir de Jena empezamos a ver árboles helados y campos cubiertos una capa de color blanco. En Leipzig nevaba incluso. Así sí es bonito el invierno, desde el interior de un tren y calentito. Mucha gente viajando, pero tuve suerte y, aunque tuve que cambiar en Leipzig, encontré sitios libres. Para el próximo regreso navideño reservaré plaza.
Y una vez en Berlin Hauptbahnhof, tras la compra de un döner zum mitnehmen, a esperar al autobús que nos llevaría a Berlín Tegel. Mucho frío en la parada, me comí el döner en apenas 3 minutos porque necesitaba volver a ponerme los guantes. Y lleno que estaba el autobús, cosas de la Navidad y la vuelta a casa.
En el aeropuerto, facturar, embarcar, y volar en el último avión destino Madrid, a las 19.35. Delito tenían las fotos de la revista de Iberia, con jamón, marisco y pescado frito. Menos mal que volvíamos a casa. Y tras una breve parada en Barajas, llegada a Sevilla. A la 1 de la noche, casi, pero es lo mejor para hacer la conexión en Madrid, a falta de vuelos directos con la capital andaluza. Las horas de espera entre aviones me empiezan a cansar. Volví a pensar ayer desde el aire que la iluminación de las ciudades españolas es excelente, y cada vez me gusta más ese tono amarillento-naranja. Mi compi de viaje compartía opinión. Muy agradable el vuelo, por cierto.
Y en casa, pues qué voy a decir, complejo de turrón que tiene uno, ya que es la primera vez que vuelvo a casa para pasar la Navidad, y me volveré pasada esta. Tenía ya ganas de degustar las especialidades gastronómicas locales. Por cierto, el sabor de la cerveza Cruzcampo me ha parecido tremendamente extraño. Ya parece que me he alemanizado.
Y ahora, a disfrutar del sur...
The ultimate hitchhiker's guide to the galaxy
Hace 2 semanas
1 comentario:
Ah, la iluminación de las ciudades españolas... esta misma semana hablaba de ello en el blog!! Contaminación lumínica por un tubo e imposibilidad de ver el cielo nocturno, pero cómo se echa de menos de vez en cuando eso de VER por donde uno va por las calles, eh?
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