La bella y sin embargo tímida Coralie nos invitó a su casa. ¿El motivo? Su definitiva mudanza, por fin, y su cumpleaños. Así que la noche de hace dos sábados nos juntamos en su nuevo apartamento unas treinta personas de quince nacionalidades distintas: Francia, España, Estados Unidos, Canadá, India, Italia, Rusia, Hungría, Holanda, Islandia, Suiza, Corea, Argelia, Turquía y Alemania. La coreana y el turco eran acompañantes. Faltó gente de mi instituto, ya que también tenemos componentes de Japón, Reino Unido, China, la República Checa, Egipto e incluso de Australia. Con eso se pueden ustedes formar una idea de lo variado que es mi centro de trabajo.
Y como siempre, a disfrutar de comida, bebida y conversación multilingüe. No hace falta que diga lo que llevé, se lo pueden imaginar. Respecto a vinos, esta vez tocó un tinto de Castilla la Mancha de Osborne. Reconozco que uno de los Burdeos me gustó bastante, por la novedad, supongo. Adivinen de quién fue el plato que se sirvió primero. En efecto, y aunque está feo que lo diga, recibí profusas felicitaciones. Esta vez sí me había salido con volumen, y además estaba deliciosa. Fue, sin duda, la sensación de la reunión.
Aparte, pudimos disfrutar de ensaladas de pasta, curry, pastel de espinacas, ensalada de frutas, una especie de albóndigas y numerosos dulces. Destaco una aportacion rusa, pilminie, una especie de raviolis que al principio confundí con pescado. Buena ocasión para establecer relaciones con la sección rusa del instituto, la más numerosa y cerrada. Apenas interactúan con el resto, tienen formado su grupo, su zona y sus profesores e incluso cuando hay cursos y hay que dividirse para las clases experimentales, se forma un grupo de rusos. Gente muy agradable y que debería ser más abierta.
Por lo demás, distintas anécdotas y curiosidades. Aprendí que la forma de vestir se puede usar para distinguir a un surcoreano de un japonés. Parece ser que el desarrollo económico de Corea del Sur en los últimos años ha sido realmente bestial, y eso se nota en la ropa cara que llevan. Además, los japoneses parecen tener una forma de andar muy característica. No sé yo... Y algo en común para los dos países, el preocupante aumento del número de operaciones estéticas, para aumentarse el tamaño de la nariz y de los ojos. Se quieren parecer a los occidentales. Craso error, creo yo.
Pues eso, nueva ciudad, nuevo trabajo y nuevos grupos de personas que se forman. Estar en un mismo espacio y tiempo, es la única condición, tan aleatoria. Otros grupos dejamos atrás, algo que también sucederá con este. El cambio continuo y la inestabilidad es una tónica en mi vida, y no sé si me estoy empezando a cansar. La estabilidad es toda una utopía, aunque reconozco que, de pasar justo lo contrario, lo que pasa en la actualidad sería algo que echaría de menos o que desearía tener. Es ese inconformismo e insatisfacción que siempre me acompaña...
3 comentarios:
Creo que el inconformismo es el que muchas veces nos empuja y nos mueve. Me gustó la época en que vivé así pero ahora la situación familiar me ha obligado a estabilizarme.
Pero creo que no hay nada mas enriquecedor que conocer y compartir con distintas culturas.
Bueno, ya se estabilizará la situación más adelante. Como dice una cantante española (Rebeca Jimenez) todo llegará disfruta de esa riqueza cultural hombre :D
Un saludete.
Todo tiene su parte buena y su parte mala... Creo que siendo tú el que se está moviendo, cambiar de grupo no te supondrá un grandísimo problema... El problema será, me imagino, cuando te estabilices en un sitio con vistas a largo plazo y todo alrededor se mueva...
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