viernes, 2 de noviembre de 2007

En la parte checa

Y un frío domingo llegó en Bozí Dar, donde habíamos pasado la noche. Gracias al cambio de hora pudimos dormir una hora más. Además, ese día no teníamos tantas cosas que ver, por lo que no merecía la pena madrugar excesivamente. De nuevo, una espesa niebla nos acompañaba; esa noche, de hecho, bajamos de los cero grados.

Iglesia de Bozí Dar desde la ventana de mi habitación

Tras el desayuno nos volvimos a montar en las furgonetas y seguimos viendo rocas. Afortunadamente las visitas fueron bastante más limpias que en el día anterior. Yo ya no estaba tan interesado en el tema científico, todo hay que decirlo. Ya no eran las rocas que yo voy a estudiar, aunque siempre es momento para aprender. Por otra parte, también hay que considerar la paliza del día anterior.

Rocas metamórficas checas

Destaco la visita la que hicimos a Mariánských Lázní, ciudad en la que creía que íbamos a dormir, donde vimos un museo de rocas al aire libre. Preciosa la estampa otoñal, con las hojas caídas de los árboles sobre el suelo y una tonalidad marrón general característica, con la gente paseando abrigada en aquella gélida mañana dominical. Una parada más nos quedaba, ya en plena naturaleza. Esa parte de la República Checa es bonita, con sus bosques y formaciones geológicas. Un fin de semana por allí debe estar bien, preferentemente en verano, alejado del mundanal ruido.

Entrada al parque geológico de Mariánských Lázní



Roca que causó sensación


Bonita estampa otoñal

De izquieda a derecha, algo desenfocados: Michael, servidor, Ettore y Simone

Tras separanos las furgonetas y despedirmos, los componentes de la parte alemana de la red (dos alemanes, un checo y un español) iniciamos camino de retorno a casa. Por el contrario, la furgoneta que iba camino del aeropuerto de Praga iba completamente llena. Llegamos a Bayreuth a las 16.30 y yo pillé un tren destino Jena a las 17. Era la primera tarde-noche del nuevo horario, y a las 17.30 ya era casi de noche. Terrible. Unas tres horas más tarde estaba, por fin, en casa. Esta vez el tranvía de Jena sí hizo el recorrido oficial. El fin de semana había sido excepcional, pero había acabado muy cansado. Había conocido a mucha gente y volvía el crudo retorno a la vacía rutina diaria, como después de todo congreso. El lunes hice caso a mi jefe, que dice que trabajamos para vivir y no al revés, y me quedé en casa, calentito y descansando. Tenía que comprar cosas y, sobre todo, necesitaba dormir y descansar.

1 comentario:

Marta Salazar dijo...

fantástico relato, buenísimas las fotos!

1000 gracias!