Allí comí ayer, tras más de un mes, dos incluso diría yo. Después de preparar unas muestras, mi jefe me preguntó que si me iba a comer con él y, aunque no entraba entre mis planes porque últimamente suelo ir a casa, le dije que sí. Últimamente pasaba totalmente de mis compañeros de trabajo en cuento al lunch se refiere, por la sencilla razón de que parece que esa es la tónica general alemana, cada uno a su bola.
Ayer, sin embargo, se nos sentó un chico en la mesa, previa petición de permiso, algo que creo que también es normal en Alemania. En esto parece que la costumbre alemana es bastante diferente a la española. Recuerdo una vez en la que un imbécil del centro donde trabajaba en Sevilla se pilló un buen rebote porque un día en el que el comedor estaba bastante lleno, y tras llevar esperando más de media hora a que se terminaran el café y la tertulia, nos sentamos al otro lado de la mesa alargada en la que estaban él y sus compis. A fin de cuentas es un comedor para la gente que trabaja allí, no es un lugar para cenas privadas románticas, y ante todo somos compañeros de trabajo. Ahí me vino la idea del distinto grado de sociabilidad de la gente en distintos países, lo que provocó un diálogo con mi jefe, en alemán, que intentaré reescribir:
Ich: Hay una cosa que no me gusta del instituto, y es que nadie come con nadie. No sé si será normal en Alemania o es algo específico de Jena o de nuestro instituto. Todo lo contrario que en España, donde siempre nos reunimos y buscamos para comer, sea gente del mismo grupo o de otros, es quizás el acontecimiento social más importante del día.
Der Chef: Sí, es cierto, aunque en Bayreuth las cosas son diferentes.
Ich: Bueno, no es comparable, ten en cuenta que primero, aquello es un Instituto de investigación y, segundo, hay muchísima gente extranjera trabajando allí.
Der Chef: Ya, pero aparte de eso, la gente en nuestro instituto no es muy sociable. Fíjate en una cosa, la única puerta de un despacho que está abierta en todo el instituto es la tuya. Todas las demás están cerradas, la gente se encierra y no interacciona apenas.
Ich: La verdad es que no me había fijado en eso, supongo que habrá sido un acto instintivo, no lo había pensado para nada.
Me ha llamado la atención eso de las puertas. Mi jefe es demasiado observador, y no sé si debo preocuparme por tal hecho, y es que me voy a sentir más observado y examinado aún. Ahora que lo pienso, en mi Instituto de Sevilla casi todas la puertas de los despachos o laboratorios están abiertas como norma general cuando la gente está trabajando. Las pocas veces que yo cerraba la puerta del laboratorio era cuando necesitaba mucha concentración o bien cuando los de enfrente tenían la música algo alta. En California, si la cerraba era por el frío, y allí había división de opiniones, casi un 50:50. De Finlandia no puedo opinar porque estuve en verano, aunque creo que los que estaban sí tenían la puerta abierta mientras trabajaban en su oficina. Curiosa correlación, sin duda.
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