Y el tiempo pasó y nos plantamos en el fin de semana del 18 y 19 de Noviembre. Ese fin de semana tocaba hacer de anfitriones. En Irvine, en la fiesta a la que nos dijo Mike que debíamos ir, conocimos a algunos catalanes. Sus Universidades tienen acuerdos para que vengan aquí a hacer másters y además hay una especie de fundación que les paga los gastos de estudio. Podéis saber más en el blog de Vito.
Dos de ellos, Francesc y Marcel, vinieron ese fin de semana en su coche a Santa Bárbara. Yo los acogí muy gentilmente en mi casa. Ese sábado empezamos comiendo en el restaurante del puerto, junto a la orilla del Pacífico en plena playa. Lo que para nosotros era el almuerzo para los americanos parecía ser la cena. En ese restaurante tienes cacahuetes a discrección.
La tarde del sábado la pasamos por Santa Bárbara, calle State y alrededores, y cenamos en un italiano. Se nos unió Jordi, otro estudiante de Barcelona que ya estuvo en el grupo americano de aquí y que volvía este año. El pobre tuvo problemas para entrar a los Estados Unidos desde México. A la primera no le dejaron entrar por Tijuana, porque él venía de estar en la Universidad de Guadalajara, México. Finalmente tuvo suerte y le dejaron pasar al día siguiente. Cosas algo desagradables...
La noche la terminamos en una especie de pub local, escuchando música americana de dudosa calidad, aunque aquello era divertido, había cada fauna por allí... que daba miedo. Me pidieron el carnet para entrar, y es que eso de la edad aquí lo llevan muy en serio. Por cierto, no sabéis la de señales que se ven bajo la lámpara de ultravioleta en los carnets y tarjetas de crédito, curioso. Lo bueno de esos sitios es que no se puede fumar. Es la primera vez que al salir de un local así no estaba apestando a humo, lo cual se agradece. Eso sí, a la 1.30 de la noche se cerraba el invento. Además, ya se encargaba personalmente la policía local de que se cumplieran las normas de horarios de cierre. Como en España...
Al día siguiente visitamos de nuevo la Misión de Santa Bárbara. De nuevo tuvimos suerte, y es que nos hizo un día maravilloso.
Luego emprendimos camino hacia el norte. Cerca de Santa Bárbara, detrás de las montañas y por la zona de Santa Inés, hay muchos viñedos y bodegas. Los vinos de Californa son famosos, ya que tienen un clima muy parecido al de España, muy apropiado para cultivar casi de todo. Pecamos de turistas y fuimos a las bodegas famosas, ya que por lo visto es mejor ir a las pequeñas, donde te dan algo más de cantidad para degustar. En la bodega de Firestone la degustación de 6 vinos (como un dedo cada copa) costaba 10 dólares. Al menos te dejaban quedarte con la copa. Visitamos la bodega y degustamos vinillos locales. Estaban bien aunque, por supuesto, los nuestros son bastante mejores. Donde haya un Ribera del Duero...
Intentamos comer tipo picnic en un pueblo llamado Los Olivos. Ya veréis la foto, aquello parecía la américa profunda. Da un poco de miedo pensar en cómo serán los pueblos de Estados más céntricos, como Colorado, Nevada o las Dakotas.
Y finalmente visitamos Solvang, un pueblo danés. Por lo visto allí se instalaron emigrantes daneses y construyeron el pueblo a su medida. Es bonito. Se pueden comprar dulces típicos daneses. Además, la Navidad estaba ya llegado y lo tenían muy bien adornado.
Nos faltó ver la misión de Santa Inés, pero ya saben, con esto del horario de invierno anochece muy pronto, a las 5 de la tarde casi. Y así terminó el fin de semana. También nos lo pasamos muy bien, se agradeció bastante la compañía.
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