jueves, 12 de octubre de 2006

La primera tortilla y el primer fin de semana sin jet lag

Y llegó el fin de semana. Uno de los mexicanos de los despachos aledaños me invitó a ir con sus amigos a beber vino y visitar las viñas, pero ese sábado ya tenía compromiso, fui invitado a casa de mi jefe, a una cena. Él iba a preparar carne así que yo dije que si llevaba uno de mis platos estrella: tortilla de patatas. Dos hice, con la sartén que me dieron los madrileños, que ya estaban a punto de volverse. Porque de útiles de cocina mi casa estaba, como ustedes pueden imaginar, escasa.

Allí nos juntamos unos cuantos, con el español como idioma fundamental. Yo era el más joven dentro de los mayores, a bastante diferencia de los demás. Por un lado estaba mi jefe, un par de italianas, una argentina, un ucraniano y dos israelíes, siendo la mujer de origen argentino. Y la familia de Madrid. Todos allí con sus niños.

Brad preparó comida americana, hamburguesas con maíz. Hizo un montón, así que le sobraron. Supongo que aún estará comiendo carne. Los madrileños hicieron ensaladilla y gazpacho. También había por ahí ensaladas varias y una tarta de queso con chocolate exquisita, así como higos y pastel de higos para el postre. Delicioso todo, aunque tenga que decir que yo fui la sensación culinaria de la noche. Las dos tortillas me salieron muy ricas, para estar lejos de casa y usar ingredientes autóctonos.


La mujer argentina, responsable en la UCSB de una sección de apoyo a los estudiantes, apostó a que finalmente haría el posdoc aquí. Yo por aquellos momentos pensé para mí que estaba totalmente equivocada, ni loco me iba a venir yo para acá.


El domingo dormí y descansé. Tuve mi primer contacto con la lavadora, común, a la que hay que meterle 5 monedas de un cuarto de dólar para que funcione. Allí conocí a una de las vecinas, peruana y casada con un americano profesor de escuela, que habla español también. Me prestaron un tendedero metálico de Ikea, porque yo no quería meter mi ropa en la secadora, que se estropea.

Por la tarde bajé a la playa. No había mucha gente bañándose, poca más bien aunque sí había gente paseando y tomando el sol. Hacía fresquito y, tras un paso y unos momentos de indecisión... al agua. Ya puedo decir que me he bañado en el Pacífico, que he estado totalmente cubierto por sus aguas. Estaba fresquita, pero no era para tanto.

Poco a poco me iba adaptando, no sin problemas y esfuerzo, a la vida aquí.

3 comentarios:

Señor Pato dijo...

No, si al final te acabas quedando allí, verás... ¿El ucraniano hablaba también en español?

Marta Salazar dijo...

se ve que lo estás pasando muy bien! sigue así y continúa contándonos!

y si se me permite opinar... (como "amiga digital) no pierdas tiempo con spaniards... = espanoles en el exterior, mejor, aprovecha lo que tienes y vive el momento.

Un gran saludo!

Anónimo dijo...

Sigue con el tendedero que como tu ropa pase por la secadora... yo he tenido que jubilar alguna camiseta que antes me iba grande por no ir marcando tripilla;)
Un saludo desde Florida