domingo, 10 de agosto de 2008

La ida

Mi jefe y sus cosas. El mismo día 11 por la mañana me tuve que pasar por el instituto a terminar unos asuntillos que podrían haberse postergado sin ningún problema unas semanas después. Así que llegué temprano, cumplí con mi obligación y hala, a casita a las 12 de la mañana. La noche anterior, para variar, estuve por ahí, no recuerdo ahora si en el Glashaus con un amigo alemán o con los compis de trabajo en algún sitio céntrico. Lo que sí recuerdo es que al llegar a casa, algo tarde, aún no había preparado la maleta. Y no sólo eso, sino que no me llegaba a meter la idea en la cabeza de que en pocas horas estaría de vacaciones. No lo sentía así. La maleta... bueno, eran poco más de dos semanas, y además en verano, así que tampoco tenía que caldearme mucho la cabeza. Aún así, y a estas alturas de la historia, preparar el equipaje sigue siendo una de las tareas más ingratas, tediosas y causantes de agobio que existen.

Taxi para la estación de Bayreuth y tren para el aeropuerto de Munich. Pequeña reflexión una vez llegado, facturado y esperando a la salida del vuelo, ¿por qué es todo tan caro en los aeropuertos de España? Para empezar el aparcamiento. ¿Saben ustedes que en el aeropuerto de Frankfurt, al menos en la terminal 2, hay un aparcamiento en superficie donde los primeros diez minutos son gratis? Así se puede, sin ningún problema, cargar y descargar gente y equipajes sin entorpecer el tráfico. Y estamos hablando de uno de los aeropuertos más importantes no sólo de Europa, sino del mundo. ¿Saben ustedes también que en pleno aeropuerto de Munich hay un Edeka, que es el equivalente alemán al Mercadona? Y con precios normales de supermercado, señores. Y en Frankfurt se puede comer uno un bocadillo y un refresco sin arruinarse. Es llegar a España y empezarte a clavar por todo...

El avión con destino Madrid salía poco antes de las 8 de la tarde. Suelo pillar esa combinación ya por defecto, ya que el tiempo de espera en Barajas es de apenas una hora, suele ser la más barata y es la más cómoda, porque puedo levantarme con tranquilidad y salir de Bayreuth a las 3 de la tarde, pese a que llegue a Sevilla pasada la medianoche. Pero al ser la última conexión del día hay sus riesgos, y es que te puedes quedar en el punto intermedio si hay retrasos importantes. Ya me pasó una vez, también volviendo de Munich, cuando Iberia también operaba vía Barcelona. Fue curioso, porque ese viaje iba acompañado. Ambos volvíamos a Sevilla, pero mi compañera de viaje lo hacía vía Madrid y servidor, vía El Prat. Intentamos volver los dos en el mismo pero ambos aviones estaban llenos. Los dos aviones salieron con retraso, pero ella llegó a Sevilla esa misma noche y yo llegué a la mañana siguiente, tras pasar la noche en un hotel de la ciudad condal. A ella creo que le pasó lo que esta vez me iba a tocar a mí.

Ocho de la tarde, ya dentro del avión y esperando el despegue cuando, de repente empezó a llover. Y no una lluvia ligera, no, sino una tormenta veraniega alemana en toda regla que obligó incluso a cerrar al tráfico el aeropuerto de Munich durante una hora, tiempo en el que permanecimos dentro del avión. Y ahí estaba el problema, que yo apenas tenía una hora para hacer el intercambio en Barajas. A las 9, por fin, pudimos despegar. "¿Me dará tiempo? ¿No me dará? ¿Me pondrán un coche para que me lleve direcamente de un avión a otro, como hicieron los de Lufthansa en Munich en Mayo, para que al menos yo duerma en casa esta noche aunque mi maleta me llege mañana?" me iba preguntando. Y llegó una de las azafatas a preguntarme si quería algo de comer.

- No, gracias, pero me gustaría hacerle una pregunta.
- Tiene usted un enlace, ¿verdad?
- Sí, y puede que lo pille, porque voy justo.
- ¿Adónde vuela usted?
- A Sevilla.
En ese momento la agradable chica me empezó a mirar de forma diferente y su cara empezó a mostrar una sonrisa más encantadora aún.
- Pues está usted de suerte, porque nosotros también. Es decir, somos la tripulación de ese vuelo. No sé si será este avión o será otro, pero sin nosotros no se van, así que no se preocupe.

Vaya, interesante manera de empezar unos días de descanso, ¿no creen? Y así fue. Pese a que el avión era otro y tuve que andar en Barajas unos diez minutos desde la zona de columnas rojas (puertas H) hasta las de columnas azules (puertas K, la máxima distancia posible en la terminal 4 de vuelos nacionales y europeos), cuando llegué a la puerta de embarque del nuevo vuelo aún no estaba abierta. Y así es como, con un pelín de retraso, pude llegar a Sevilla esa misma noche. No hubiera pasado nada anormal, me hubieran dado vuelo para el día siguiente y me hubieran pagado un hotel, pero mejor poder dormir en casa. Y para celebrarlo, ya al bajar del avión en Sevilla, regalé el pretzel que me quedaba, de los tres que compré en Munich, a la simpática azafata que me atendió. "Para celebrar que todos veníamos a Sevilla"

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