Allí estábamos Isabel y yo, en mitad de la nada americana en una fría noche de Noviembre. Aquello era muy distinto del ambiente de la noche, y del día también, anterior en San Francisco. Los pueblos más cercanos tendrían unos cinco mil habitantes cada uno, la américa salvaje, natural, profunda y al mismo tiempo apasionante e impresionante nos contemplaba.
Hacía frío, mucho frío. Isabel quería que ese domingo nos levantáramos muy temprano, al alba, pero yo era partidario de esperar un poco, aunque tampoco mucho. Mi idea era salir cuando el sol llevara una hora fuera aproximadamente, para que así se levantara la niebla que seguramente tendríamos al amanecer y en el caso de haber algo de hielo en la carretera, que se deshiciera. Al final me salí medianamente con la mía, no sin la correspondiente semibronca de rigor. Cosas que pasan...
El desayuno de aquel Motel de carretera me sorprendió. Por allí andaba el hindú de la noche anterior preparando las cosas. Me hizo un gofre al instante, riquísimo y curioso. También habían familias enteras ocupando mesas. Desayunamos copiosamente, al menos yo. Seguidamente abandonamos el motel, serían las 9 de la mañana aproximadamente. Paramos en Three Rivers, el último pueblo antes de entrar en el Parque Nacional, a comprar algo de comida y echar gasolina. Hacia las 10 estábamos entrando en el Secuoia National Park. La mujer que estaba en el control nos dejó pasar sin problema, con lo que se constató que los 20 dólares que nos hizo pagar la individua del Kings Canyon el día anterior fueron el gasto más estúpido de todo el viaje. Nada más entrar paramos en el centro de información y un señor mayor muy amable nos contó lo que podíamos hacer durante el día. Por lo visto hay una gruta o cueva interesante, pero también estaba cerrada en invierno. Sin embargo, muchos sitios eran visitables.
La primera parada fue la más alta, el Moro Rock, una especie de roca en lo alto, a la que se sube mediante un número indeterminado de escaleras. Desde allí se podía tener una magnífica vista de parque y de las montañas. Hacía algo de vientecillo y de fresco, algo normal dada la altura.
De ahí nos fuimos a disfrutar de una de las atracciones más insulsas del parque, el Tunnel Log, consistente en un arbolito autóctono caído sobre una carretera al que le han hecho un pequeño agujerito para que pasen los coches. Foto típica que todo turista debe llevarse, y nosotros no íbamos a ser menos. Por el camino nos encontramos con algún que otro animalillo salvaje. La escena era bastante bucólica.
Ya en el día anterior y también ese domingo camino del Tunnel Log habíamos tenido nuestro contacto con las secuoyas, pero lo importante allí es visitar al General Sherman, presentado como el ser vivo más grande y viejo de la tierra. Acceder a él no es sencillo, ya que está algo alejado de la carretera. Hay que un pequeño paseo para poder contemplarlo. Junto a él se encuentran los miembros del Senado, que supongo que serán arbolitos algo más jóvenes y pequeños que el señor General. Me hacían gracia los nombres, y me acordaba de una clase de 3º de la antigua EBG, en el cole, cuando apenas tendría unos 8 años. En mi libro de Ciencias Naturales nos hablaban de las secuyoas, presentándolas como los árboles más grandes de la tierra. Lo que son las cosas, unos 18 años después allí estaba yo contemplándolas y recordando aquella página de mi libro, time flies...
Las secuyoas son tremendamente grandes, impresionan. Los carteles decían que su tamaño no se debía a que realmente fueran así por naturaleza, sino a que eran muy viejas. Por lo visto son muy resistentes a incencios, plagas y bichos varios y, al vivir tanto, crecen demasiado. Total, que allí estábamos viendo al señor General y a su Senado.
Tras el paseo intentamos comer en alguno de los refugios-restaurantes-hoteles de parque, calentitos, pero vistos los precios, sólo tomamos un café y comimos en el coche, donde nos quedaba algo de sucedáneo de jamón que traía yo de Santa Bárbara. El chico que nos preparó el café nos contó que se quería ir a Nueva Zelanda a trabajar. Pequeño que es el mundo. Y luego, ya entrada la tarde, intentamos salir del parque por la parte norte, volviendo a la entrada del Kings Canyon donde estuvimos el sábado. Por un momento en esa carretera el paisaje cambió completamente e incluso nos apareció una espesa niebla. Isabel iba conduciendo, valiente ella. Hacía muchísimo frío.
De vuelta pasamos por el Orange Country, del que adjunto foto. También paramos en Bakersfield, una ciudad medianamente importante del centro de California. Cenamos comida japonesa rápida en un centro comercial, en una especie de plaza donde podías elegir comidas de todos los sitios: italiana, mexicana, china, burgers etc. De esa manera no hay problemas ya que cada uno como lo que quiere, y en la misma mesa que tus amigos. Finalmente, por la interestatal 5, no sin algo de atasco, llegamos a Santa Clarita, antes de Los Ángeles, y nos desviamos buscando a nuestra amiga 101 vía la 126. Me llamó la atención la cantidad de controles de policía que había en la autopista, parando a mucha gente, supongo que por exceso de velocidad.
Y así llegamos a Santa Bárbara, nuestro punto final e inicial, hacia las 11 de la noche, tras muchas horas de carretera durante todo el fin de semana largo. Una experiencia totalmente inolvidable, y ya iban unas pocas en todo el tiempo que llevaba en California...
4 comentarios:
Gran descripción del viaje. Este verano hice un Road Trip desde San Francisco hasta Nueva York... y nos quedamos con las ganas de ir a ese parque. Nos ayudó a decidirnos el hecho de que en Yosemite (que sí visitamos) también había.
¡Tengo tu blog en favoritos! ¡Es muy interesante!
Saludos
Una pena que ya hayas terminado tus relatos por California, los he seguido con mucho interes.
que ganas de ir..
Acabo de llegar hace 2 dias de California, fui para conocer los arboles que soñaba con abrazar desde niña, las secuoias, (mas de 35 años de espera y llego el dia).
Viaje tambien desde España.
Me emociona saber que compartimos el mismo camino hacia los gigantes,ademas de cohicidir en con muchas de las opiniones vertidas en el precioso relato.
En abril el camino continua cortado, pero ahora hay una hora completa de espera.
Un cordial saludo
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