martes, 1 de mayo de 2007

Jena


Al final el jueves por la mañana conseguí que una de las chicas de Potsdam me dejara meter las maletas en su coche para así, al terminar el curso, irme directamente a Jena desde el instituto. La idea, como comenté en el artículo anterior, era tomarme algo con Frank y luego irme en tren. Sucede que los alemanes del BGI me encontraron una plaza en la furgoneta en la que iban a Jena. A las 12 salimos de Bayreuth y llegamos a Jena hacia la una y media.

La frontera entre Baviera y Turingia en la A9, que une Munich y Berlín, es curiosa, se ven aún vestigios de la antigua frontera entre la antigua República Federal y la DDR. El límite natural es un río, sobre el que ahora existe un puente llamado "de la Unidad Alemana" Da gusto, comparaciones aparte. Primera diferencia nada más pasar la frontera: las carreteras son bastante peores, pese a que están invirtiendo bastante en arreglarlas y en hacer nuevas autopistas. Por cierto, es cierto que no hay límites de velocidad, salvo en tramos señalados. Una razón más para llevarse el coche.

Los alemanes me dejaron cerca del centro y yo ya me las apañaría para encontrar el hotel. La ciudad parecía distinta, como parada en el tiempo. No me agradaba en exceso. Había un claro elemento discordante, una gran torre en pleno centro de la ciudad, de la que luego hablaré. Mi hotel estaba supuestamente a unos 300 metros de la estación de trenes Jena Paradies, en la que paran los ICE a Berlín. Y allí estaba yo, sin mapa y nada, confiando en mi tradicional sentido de la orientación, que volvió a funcionar. No sé cómo lo hice, pero cuando ya empezaba a pensar que preguntar a alguien sobre la situación de mi hotel sería algo interesante, este apareció de repente frente a mis narices. Olé ahí. Dejé las cosas y me fui al Instituto, donde a mi futuro jefe le daban un premio.

Jena desde la torre del Instituto de Ciencias de la Tierra

Llegué sin problemas. Justo en el Instituto Kilian, un posdoc del grupo al que yo conocí en Bergamo, pese a que en ese momento no me acordaba y me extrañaba tela que el colega supiera mi nombre, me indicó por donde entrar a la sala de conferencias. Entré, mandé un mensaje a Frank disculpándome y atendí a las charlas. Allí estaban el rector de la Universidad y el Presidente de Turingia, el señor Dieter Alhaus. Cuando mi jefe me contó por mail que iba a ir "the Prime Minister" yo pensé en Frau Merkel, pero no era así... No me recibió la Canciller sino el Minister-Präsident del Land. Menos da una piedra.

Institut für Geowissenschaften

Luego, tras charlas de gente importante tanto en alemán como en inglés fuimos al edificio principal del Instituto a inaugurar el nuevo microscopio electrónico. Desde la torre del instituto pudimos divisar la ciudad y tomar algunas fotos. A simple vista es una ciudad muy verde, situada en un valle, por lo que es muy estrecha en una dirección y bastante larga en la otra y está atravesada por el río Saale. Stefan me contaba que aquello había cambiado mucho, sobre todo en los tejados. Parece ser que en la etapa socialista no tenían ni material para los tejados. Me estuvo contando las diferencias y cómo era la vida antes. Interesante conversación. Visto lo visto me imaginaba cómo debía ser aquello apenas hace 15 años. Nos dieron de cenar, conversé con la gente, conocí al resto de mi grupo y así acabó la noche. Caí rendido nada más al hotel.

Al día siguiente volví al Instituto, igualmente bien vestido, con el objetivo de entrevistarme con mi futuro jefe. Él quiere que trabaje con ellos, aunque aún no tiene clara la ciudad en la que va a ser, puede que se vaya a Bayreuth. El Instituto en Jena es universitario, es un edificio de unos 50 años y se notan las diferencias con el de Bayreuth, que es uno de los centros punteros europeos de investigación. En Bayreuth tendría más oportunidades científicas, pero parece que la vida social y cultural es mejor en Jena. Siendo aproximadamente del mismo tamaño, aunque Jena es algo mayor y parece más ciudad (105.000 frente a 85.000), la población universitaria en la ciudad de Turingia es casi el triple (unos 21.000 estudiantes) comparada con la de Bayreuth. De todas formas me gustaría acabar en esta última, me gusta más la ciudad, ya me la conozco, parece que tiene más jardines y científicamente no hay color. En el verano revelaremos el misterio final.

Ayuntamiento


Löbderstraße

Tras despedirme de mi jefe, que me dio información para visitar la ciudad, hice lo propio con Kilian y con Geertje, que me la encontré en el camino. El siguiente objetivo era conocer la ciudad. Hay otra pega en el Instituto, y es que está encima de un monte, hay que subir una cuestecita importante. Bajándola un chico me preguntó en alemán por la hora, se la dije y luego me dijo que de dónde era, porque era evidente que ninguno de los dos era alemán. Él era venezolano y trabaja en el mismo Instituto. Curiosa situación de nuevo, de hablar en alemán dos hispanohablantes, como ya me pasó en Frankfurt el año pasado. Este chico estaba haciendo el doctorado y llevaba un año allí. Le pedí el teléfono y mail y luego lo llamaría, porque yo quería descansar algo y cambiarme de ropa.

No comment

Tras llegar al hotel y ponerme algo menos informal, me dispuse a visitar la ciudad cámara en mano. Jena, que al principio me dio algo de miedo, me empezaba a gustar, y es que, salvo por la torre, es una ciudad muy acogedora. Esta torre de la discordia fue construida en los años 70, intentando emular un objetivo de cámara, ya que Jena es la capital alemana de la óptica. Y me puedo alegrar incluso, porque antes era una masa de cemento gris, ahora por lo menos tiene algo de estética, aunque no pegue para nada con la ciudad, donde los edificios más altos tienen tres pisos. Mi jefe mi dijo que debía subir a la cima, pero era tal el odio que le tenía al dichoso rascacielos que, evidentemente, no lo hice. Ahora es un edificio de la Universidad, dicen.

La torre de las narices, 120 metros p'arriba

Y poco a poco, tras comer un sandwich de salmón y un cartón de fish and chips en el Nordsee, especie de McDonalds alemán de pescado, altamente recomentable, visité las diferentes atracciones de la ciudad, incluyendo el Museo Óptico y el famoso planetario, donde Galileo nos contó curiosidades sobre los planetas y estrellas, todo en alemán que, por cierto, entendí casi todo. Lo mismo me pasaba con las noticias en la televisión, aunque el que hablaban en la calle me costaba entenderlo. También fui a la estación del oeste, desde la que salen los trenes a Frankfurt, para comprar los billetes de tren para el sábado. Me sorprendieron las tiendas de verduras y frutas, incluyendo un mercadillo en la Markplatz. Parece ser que los espárragos blancos gruesos estaban de temporada. ¡Qué ricos!

Estación del Oeste

Conexiones de Jena por ferrocarril

Johannisstraße, con la Iglesia de St Michael al fondo


El Planetario

La Markplatz de noche, con el Museo de la ciudad a la derecha

Murallas de la ciudad

Finalmente llamé al chico venezolano, porque esa noche había una fiesta latina, con españoles incluidos, para quedar. Localicé el lugar, junto a la estación de tren y allí estuve hablando con gente de Colombia y Ecuador. Tienen una especie de asociación bastante interesante, allí es difícil aburrirse.

A las 23.30 me volví al hotel, bastante cansado tras la semana intensa de cursos y el día de visita turística. A las 7 de la mañana me levanté, desayuné, e inicié el regreso a casa.

1 comentario:

b... dijo...

Ni Bayreuth ni Jena conozco todavía... aunque Bayreuth está pendiente.