miércoles, 31 de octubre de 2007

Las montañas alemanas del Erzgebirge

Esa era la excursión que teníamos programada tras el congreso. Tanto mi jefa de España como Markitus huyeron pavorosamente y me dejaron solo ante el peligro, rodeado de desperate geologists. Nada más terminar nos montamos en un taxi camino del aeropuerto, donde alquilamos otra furgoneta y emprendimos camino hacia el norte, hacia Alemania, dirección Dresde.

Mapa esquemático

El paso de la frontera fue digno de mención, en lo alto de una montaña, con mucho frío, rodeado de bloques de hielo y con una niebla espesísima. ¡Achtung! Y es que tras entregar los pasaportes al amable policía alemán de la frontera nos pidieron muy amablemente que nos bajáramos y, hala, a registrar los coches que se pusieron. Supongo yo que se extrañarían de dos furgonetas llenas de gente de bastantes países (alemanes, checo, español, francés, italianos, holandesa, chileno, suizo y británicos) aunque puedo prometer y prometo que no teníamos pinta de una banda de mafiosos. Nos dejaron pasar, efectivamente, pero no dejó de ser curioso. Sólo hubiera faltado que los policías hablaran en ruso para ser igual que las escenas de películas antiguas en las que se cruza una frontera peligrosa.

Nada más cruzar la frontera paramos en Altenberg, donde vimos un museo en el que se explicaba la extracción del estaño de las rocas del lugar. Métodos artesanales pero bastante currados.

Y de ahí, a buscar el hotel, apresurándonos porque se nos empezaba a echar encima la noche. Resulta que algunas carretetas estaban cortadas y era algo complicado llegar. Nos perdimos. Mucho dinero que tienen los de la red pero luego se les olvida alquilar una furgoneta con un simple GPS. Tras una hora de vuelta por las montañitas aquellas, logramos que unos lugareños nos indicaran el camino del hotel donde nos íbamos a quedar. Es aquí donde se produjo uno de los hechos más surrealistas que yo he presenciado en toda mi vida. De repente, el coche de los lugareños se para, el conductor se dirige al maletero, saca una garrafa y un embudo... y se pone a echar gasolina al coche. Imaginen el cachondeíto...

Hotel del viernes

Finalmente llegamos al hotel, en un pueblo de Sajonia llamado Großwaltersdorf, en pleno Erzgebirge medio. La cena bien, una sopa o crema con champiñones y un filete cubierto con una salsa con champiñones. Ideal (inciso, las setas son de las pocas cosas que no me gustan). Realmente la culpa fue mía, porque ni tenía ganas de tomar salmón ni el otro plato que teníamos para elegir, que mi compañero de habitación, suizo él, me había traducido del alemán al inglés. Comoquiera que tampoco en inglés sabía lo que era y viendo la ayuda de Michael, que me dijo que era "un aminalillo del bosque", lo que provocó que inmediatamente me acordara de Bambi, decidí no comer ese plato.

¿A que tú tampoco hubieras escogido el plato número dos, "un animalito del bosque"?

A la mañana siguiente, muy temprano, nos levantamos en medio de una niebla no demasiado espesa. Fuimos con nuestro guía, un alemán que está más pallá que pacá a ver las primeras rocas. Al principio me gustó y todo, en especial las dos primeras paradas. Son las rocas que yo estudio y mi jefe actual me había pedido que pillara algunas. El tío me había dado unos guantes especiales e incluso un pico. Como Falko siempre está bromeando nunca sabré si eso fue otra más de sus gracias o si realmente estaba hablando en serio. Afortunadamente David, un checo que trabaja en Bayreuth, y especialista en martillos y muestreo de rocas varias, me dijo que no me preocupara, que él rompería las rocas necesarias y me las daría. ¡Olé ahí!

First stop

La ruta siguió por el borde de un lago. En verano tiene que ser hasta chulo y bonito y todo. Desgraciadamente, las rocas que realmente me interesaban estaban cubiertas por agua, así que otra vez será. Aún así pillé algunas. Espero que el guía alemán no me haya timado.


Bonito lago cerca de Großwaltersdorf, Sajonia

La dura vida del geólogo de botas

Estudiantes de la red, de izquierda a derecha: Ich, Michael, Felipe y Matthieu

Idílico paisaje sajón

Todo bien por el momento, y es que estábamos disfrutando de paseos agradables por el bosque, tranquilos, paisajes bonitos, sin sol pero sin excesivo frío. Ahí se acabó la parte interesante de la excursión. Las siguientes paradas, tras el correspondiente uso de la lunch bag, fueron en canteras a cielo abierto sobre cinco centímetros de barro. ¡Qué asco madre mía! Acabé de barro hasta las cejas, y eso que llevaba unas botas medianamente aceptables. En esto tengo que reconocer que soy de lo más torpe, aunque no el que más. Michael, suizo y físico él, por lo que estaría más perdido aún que servidor con tantas piedras, con unas zapatillas de deporte normales apenas se manchó nada. El consuelo es que hubo bastante gente que acabó peor que yo. Mal de muchos... epidemia.

Seguro que ahí dice: ¡Cuidado! ¡Os vais a poner de barro hasta la coronilla!

Así era todo, too muddy...

La verdad es que yo no me explicaba el ansia de la gente por ver pedruscos. Un poco está bien, un rato, vale, pero tampoco hay que pasarse y escalar por los lugares más recónditos, con una lluvia fina continua, llenos de barro sólo por ver más rocas. Ya me empezaba a cansar el asunto. De hecho en la última parada, cuando había que subir como las cabras una ladera, servidor opinó que ya era suficiente y se volvió solito a las furgonetas. A fin de cuentas yo soy Químico, y como hoy me ha dicho mi jefa sevillana por mail: "O sea, que el viajito no tuvo desperdicio, no??. Es que los geólogos están colgados Alberto, hay que tener cuidado con ellos."

Seguridad ante todo

Explicaciones del guía, martillo en mano

Imaginen cómo quedaron las furgonetas, frase del mail del coordinador de la red: "I hope that by now you got the dirt of your shoes from the field trip. We got into trouble here for returning the van so dirty. Ettore had a similar problem when returning the van in Prague. "

Porquería de los zapatos y de lo que no eran zapatos, pero eso ya es otra historia. Finalmente cruzamos la frontera checa de nuevo, ya de noche, y dormimos en Bozí Dar, un pueblo checo justo en la frontera con Alemania. Allí cenamos, hice foto al hielo de la zona, tomamos cervezas (chollo checo, a euro la cerveza tamaño alemán) y nos fuimos a dormir. La versión checa de la excursión, al día siguiente, será motivo de otro capítulo, aunque este día es totalmente insuperable...

Hielo checo

Bonita decoración de las paredes del hotel de Bozí Dar

lunes, 29 de octubre de 2007

Praga


Merece la pena visitarla, sin duda. La República Checa, junto con su capital, se une a los países visitados por servidor. Lo que pasa es que apenas tuve tiempo para disfrutar de la ciudad, cosas del trabajo. Tras pasar noche en Bayreuth, partimos la mañana del jueves en coche hasta Praga. La República Checa no está en el espacio Schengen, por lo que tuvimos que pasar un control de pasaportes, primero alemán y seguidamente, checo. Costó algo llegar, y es que las carreteras checas no son especialmente buenas. Están construyendo autopistas, aunque aún les queda bastante por recorrer y, al menos por lo que vi, la parte rural del país no es especialmente llamativa, peor incluso que la Alemania del Este. Tremenda herencia que arrastran, pero tiempo al tiempo...

Primera foto checa, nada más pasar la frontera y comprar la pegatina correspondiente para poder circular por las autopistas

Mapa esquemático del país

Llegamos a Praga hacia la 1.30 de la tarde, costándonos bastante llegar al centro por el tráfico denso y un poco caótico que nos tocó. De ahí, a la Universidad y a atender las conferencias, reencontrándome con mi jefa de Sevilla y con mi sucesor en el puesto de estudiante. Me llamó la atención el metro de la ciudad, muy bueno, y bastante profundo. Da un poco de vértigo bajar o subir esas escaleras mecánicas tan pronunciadas. Falko me dijo que tanta profundidad es tónica en los países del este, ya que las galerías del metro también estaban pensadas para ser refugios en caso de emergencia y bombardeos.

Tras las conferencias celebramos la cena del congreso en un restaurante céntrico. Bastante cerveza, haciendo honor a ese dato que dice que la República Checa es el país donde más cerveza per cápita se bebe; y bastante comida, medio pato asado. Allí empecé a conocer al resto de estudiantes de la red, donde dominan ampliamente los italianos, tres en total, frente a un francés y un suizo. Yo soy el único postdoc, por el momento.

Sólo pude visitar algo de la ciudad después de la cena. Fui a la céntrica plaza Staroměstké Náměstí, donde pude tomar algunas fotos nocturnas del Ayuntamiento de la ciudad vieja y su reloj astronómico, y las iglesias de Nuestra Señora de Tyn y de San Nicolás. De ahí, al hotel.

Staroměstké Náměstí, con el Ayuntamiento a la derecha

Nuestra Señora de Tyn

San Nicolás

Reloj astronómico del ayuntamiento

Al día siguiente me tocaba dar la conferencia, que me salió bien y parece ser que gustó, pese a ser boicoteado por el ordenador de la sala de charlas, ya que en la diapositiva estrella no aparecieron unos dibujos de estructuras que me había trabajado bastante.

Torre de la Pólvora

Al finalizar el congreso emprendimos camino raudo y veloz destino a Sajonia. El siguiente paso era una excursión, que ha sido memorable, por la zona del Erzgebirge para ver rocas formadas a alta presión, pero eso será otro capítulo.

miércoles, 24 de octubre de 2007

A Praga

Praga según aparece en Wikitravel

Lo que queda de semana lo pasaré en la República Checa, primero en Praga y luego en las montañas, en una ciudad que se llama Mariánských Lázní, visitando también la parte alemana, el Erzgebirge. Motivos laborares, Congreso en Praga, donde tengo que dar una charla, y luego excursión para ver rocas y demás cosas geológicas. Además de esa zona vienen las muestras que yo trato de estudiar. A ver si no hace mucho frío y me da tiempo de ver algo interesante.

miércoles, 17 de octubre de 2007

De nuevo en Jena

Parte del equipaje en el viaje de vuelta

Si la ida fueron 13 horas, el viaje de vuelta alcanzó las 14, una hora más de trasbordo en el aeropuerto de Barajas para estar de nuevo en casa. Porque a fin de cuentas mi casa ahora está en Alemania. Curiosas sensaciones.

Buen fin de semana largo que he pasado en España, con buena temperatura. Sábado y Domingo en la playa. Geniales los dos paseos por la orilla del mar en Chiclana, que no me esperaba ni de lejos, uno que ya iba con mentalidad invernal. Así que volví a tener comidas familiares y desayunos típicos de domingo en los sitios donde suelo ir, con el periódico recién comprado. El Lunes visita al Instituto y su gente y, por la tarde, paseo por el centro de Sevilla y, de paso, comprar algunos libros. El invierno germánico está a punto de llegar y es necesario tener material para entretenerse en casa en el caso que la nieve no me deje salir de ella. Interesante la limpieza que están haciendo de la Catedral de Sevilla, creo que nunca había visto tan claras las piedras. Ya tocaba.

La gracia fue al llegar a Jena, pese a que la cosa estuvo algo caótica en el aeropuerto de Frankfurt. El billete del tren me incluía un viaje dentro de los transportes urbanos, así que debido a la carga que llevaba y a la considerable distancia que separa la estación de Jena West de mi nueva residencia, decidí usarlo, siendo esta la primera vez que pillo un tranvía o autobús en Jena. Cualquier parecido con la realidad entre el plano de la red de tranvías y el recorrido que estos siguen es pura coincidencia. Resulta que las líneas 2 y 4 son las que paran cerca de casa, así que al ver un tranvía con el número 4 en dirección a casa, no dudé en subirme. Menos mal que me di cuenta que en la Universidad siguió hacia el norte, y no hacia el este. Me aseguré luego que realmente era la línea 4, confirmándolo. Así que desde ayer desconfío del sistema de transporte público jenense.

viernes, 12 de octubre de 2007

Puente español

¿De vuelta a casa? Eso me preguntaba ayer a varios kilómetros de altura. ¿Cuál es mi casa ahora? Y más aún cuando regreso a casa de mis padres. La respuesta es que no lo sabía, y de hecho no lo sé.

Este fin de semana he vuelto a Sevilla para disfrutar del puente del Pilar, que no hay que perder las costumbres españolas. Y de paso pillo algo de ropa de abrigo. La idea inicial, como ya comenté hace tiempo, era haber venido a finales de Agosto y cargar el coche con todo lo útil para Alemania, pero esa opción se desvaneció. Así que allá por el mes de Septiembre compré billetes para volver este fin de semana, aprovechando que había un día festivo extra que permite estar un día más con la familia.

Una vuelta diferente, muy distinta a los regresos de Finlandia y California, cuando, a pesar de haber estado un tiempo similar al que ahora llevo en Alemania, sí sentía que volvía a casa. La razón es clara, y es que lo de ahora no es temporal. Bueno, sí lo es, pero durará bastante más de tres meses. Además, ahora sí tengo una buena casa, algo mejor que la de Finlandia y estratosféricamente superior a la de California. Eso también influye. Otra cosa que me resultó algo chocante es el estar rodeado de españoles en los alrededores de la puerta de embarque del aeropuerto de Frankfurt, y es que ya me había acostumbrado a que la gente a mi alrededor hablara de sus cosas y yo apenas me enterara. Muy contradictorio todo, pareciendo por un lado como si hubiera estado fuera mucho tiempo y todo lo contrario por el otro.

El viaje merece mención aparte. Salí de mi casa en Jena a las 8.50 de la mañana y llegué a casa de mis padres casi a las 11 de la noche, casi 13 horas después, con retrasos de aviones incluidos. Esto de que Clickair suprimiera el vuelo directo entre Frankfurt y Sevilla complica algo más el asunto. Y eso que desde Sevilla hay bastante tráfico aéreo, de hecho los aviones con Madrid, que suelen pillarse casi exclusivamente para conectar en Barajas con algún vuelo internacional, van llenos. O ponen más conexiones o bien crean más rutas directas desde Sevilla. Negocio hay, y negocio había también entre Frankfurt y Sevilla, mi vuelo allá a finales de Julio iba prácticamente completo. No hay ninguna conexión directa desde Sevilla con ningún aeropuerto importante de Alemania. Pero eso es otra historia...

Y una vez en Sevilla, gratamente soprendido por el tiempo. De salir de Alemania con 4 grados de mínima a encontrarme 23 al aterrizar, con máximas hoy que rondan los 30ºC y un lujoso sol. Ya acostumbrado al fresquito, para nada me esperaba esto. Es curioso como puede cambiar la mentalidad de uno en tan poco tiempo. De hecho hasta puede que caiga algún baño en aguas atlánticas, jeje.

Así que por el momento toca disfrutar de estos días, hasta el martes, que tengo el viaje de vuelta. Entretanto, feliz fin de semana.

lunes, 1 de octubre de 2007

El otoño llegó

Vista desde la ventana de mi casa

Fresquito, hojas por el suelo, lluvia... definitivamente hemos dejado atrás el verano. Este fin de semana he vuelto a mi apartamento original, esperando que a finales de esta semana pueda instalarme definitivamente. También ha aumentado la nómina de españoles en Jena, aunque estamos en clarísima minoría respectro a los italianos, que sí que son una plaga. Ah, y curioso bar de estilo soviético en el que estuve un rato el sábado por la noche, con su estrellita roja de cinco puntas y todo. No me acuerdo del nombre, pero es un sitio a destacar en la ciudad. Uno de los italianos me comentó la forma curiosa que tenían de lavar los vasos de cerveza. Pese a que Luis me dijo luego que a saber cómo lo harían en otros sitios donde no lo ves, me decidí por tomar una cerveza embotellada normal. Tres cervezas de distinto tipo, tamaño alemán, cayeron esa noche, una barbaridad para mí, demasiado volumen: una Weiss, una Pils y una Desperados, mexicana embotellada (sí, la del bar estilo soviético con gente del gótico tardío) con aroma de tequila. El domingo amanecí con un poco de dolor de cabeza y un ligero malestar. He descubierto que ya no puedo mezclar ni diferentes tipos de cervezas... mala cosa.