lunes, 27 de noviembre de 2006

Redondo Beach y la NBA

Después del gran fin de semana anterior, tocaba descansar un poco. Sin embargo esa no era la idea y es que era un fin de semana largo. El viernes 10 de Noviembre era festivo en los Estados Unidos, el día de veteranos. Era el fin de semana ideal para ir a visitar San Francisco, pero uno nunca tiene en cuenta los elementos. Isabel tenía que hacer medidas de resonancia ese sábado y yo pillé un resfriado bastante considerable. Igualmente el jefe sugirió que eso de los festivos y fines de semana era un concepto relativo. Er tío...

Finalmente ese viernes no fui a trabajar, tenía fiebre y no me encontraba nada bien. El sábado no salí de casa. Isabel vino a verme y a traerme medicinas españolas, que según ella las norteamericanas no eran para nada efectivas. Yo calculaba que el domingo iba a estar medianamente bien, así que planificamos esa misma tarde de sábado un plan supuestamente tranquilito: alquilaríamos un coche y nos iríamos a Los Ángeles, pasando por las outlets de Camarillo y visitando Redondo Beach. Además, como Mike tenía una entrada de sobra para el partido de la NBA de Los Ángeles Lakers contra Memphis, decicimos ir a ver ese partido de baloncesto. Esa misma tarde compré por internet la entrada. No fue excesivamente cara, unos 36 dólares. Uno no puede irse de los Estados Unidos sin presenciar uno de sus espectáculos por excelencia.

Dicho y hecho, el domingo 12 de Noviembre pillamos en el aeropuerto un coche por la mañana. Esta semana no tocó descapotable, así que tuvimos que conformarnos con un simple Saturn Ion.


Paramos en unos primeros outlets, pero era demasiado temprano. Nos tomamos un café en la cafetería de un Borders, una librería, y esperamos a que abrieran el resto de las tiendas, hacia las 11 de la mañana. Luego fuimos a los originales. Llegamos a Camarillo y era casi imposible aparcar, había muchísima gente. Por lo visto es una manera nada original de pasar la mañana de un domingo, salir de compras a las tiendas baratas. Allí se pueden encontrar un montón de tiendas de casi todo, desde Tommy Hilfiger hasta Ralph Lauren y Levi's. Y no sólo había tiendas de ropa.

Yo visité la tienda de Sony, a ver si había algo interesante, pero no fui afortunado. Por lo demás, no me terminaban de convencer la ofertas. La ropa en las tiendas estaba más barata que en las tiendas normales, pero no lo suficiente. Isabel sí que compró alguna que otra cosa.

Finalizado el tema compras, seguimos bajando por la 101 y la 405 destino Redondo Beach. Como su propio nombre indica, es una de las playas de Los Ángeles. Aunque hacía algo de fresco había gente bañándose. La playa tenía buena pinta. Allí nos encontramos con Mike y cominos en un restaurante de la zona, junto al Pacífico. No me gustó en exceso, demasiado precocinado y a base de congelados. Allí vimos también un impresionante atardecer.


Redondo Beach

Atardecer en el Océano Pacífico

Billete de un millón de dólares que me dieron por la zona

Hacia las 17.45 iniciamos la retirada hacia el Staples Center, en el centro de Los Ángeles, para ver el partido de la NBA. Conducir por las autopistas de Los Ángeles es todo un reto, y mucho más si vas justo de tiempo. Mike iba abriendo camino por delante y yo trataba de seguirle. Tuvo su gracia aquello, estilo persecución. Ahí estaba yo como un campeón...

Llegamos a tiempo y aparcamos en un parking de la zona (20 $ la gracia). Recogí la entrada que tenía reservada y subimos a las gradas. Llegamos un poco tarde, nos perdimos los preliminares. El canto del himno de los Estados Unidos fue algo impresionante. La verdad es que creo que es más importante lo que rodea al partido que el juego en sí: la música, la gente animando, las chicas bailando, las pantallas en las que enfocaban a la gente etc.



Laker's girls

Disfrutando de la NBA

Staples Center

Estuvo interesante el partido. Finalmente ganaron los Lakers, aunque no por tanto como se preveía, apenas 10 puntos. Lástima de que Gasol estuviera lesionado y no jugara.

Como los Lakers ganaron y Memphis se quedó por debajo de los 90 puntos, nos invitaron a todos a dos tacos mexicanos por gentileza de Jax in the box, restaurante de comida rápida. Por ahí tengo aún el vale...

Ya por la noche emprendimos la retirada a Santa Bárbara por nuestra ya conocida autopista. Y con eso acabó lo que se daba.

martes, 21 de noviembre de 2006

Santa Bárbara

Ese domingo teníamos que disfrutar de nuestro coche. Nos levantamos tarde, por motivos evidentes, y es que habíamos llegado a casa tardísimo la noche anterior, tras un palizón y un montón de kilómetros. Isabel quería bajar hacia Santa Mónica y Redondo Beach, pero a mí no me hacía demasiada gracia. Teníamos que devolver el coche a las 5 y media de la tarde y nos arriesgábamos a los atascos de Los Ángeles. Otra opción era subir hacia el norte. Finalmente hicimos lo más lógico, que era visitar los alrededores de Santa Bárbara, y finalmente creo que acertamos.

Ya dije antes que Santa Bárbara es como la Marbella del Pacífico, así que imaginen ustedes poder pasease por ella en un descapotable. Además, el tiempo nos acompañó, hizo un domingo realmente espectacular, en pleno mes de Noviembre. Un domingo lleno de exquisitez. Allí estábamos Isabel y yo disfrutando del paisaje cual jet set californiana.


La primera parada fue la Misión. La de Santa Bárbara es la más visitada de toda California. Estos edificios fueron construidos por los españoles allá por el siglo XVIII. Las Misiones, junto a los Presidios, fueron nuestros instrumentos de colonización de las nuevas tierras americanas. El estilo es colonial español, aunque la fachada de la iglesia fue reconstruida en el siglo XX, tras un terremoto. Muy bonito el jardín interior y bastante cusioso algún que otro cartel inequívocamente nuestro. Y pensar lo lejos que estamos...

Fachada de la iglesia de La Misión de Santa Bárbara

Misión de Santa Bárbara

Vistas del Pacífico desde La Misión

Jardín interior

Misiones españolas en California

Fiestas españolas

Seguidamente fuimos al jardín botánico, que no llegamos a visitar. En otoño no hay tantas flores y no merece la pena pagar la entrada, al menos para nosotros. Visitamos otros parques ya cercanos a las pequeñas montañas que rodean Santa Bárbara, intentando encontrar buenas vistas del Pacífico y de la ciudad desde lo alto.

Finalmente, ayudados por un mapa, decidimos subir por las montañas e intentar pasar al otro lado del valle. Las vistas eran realmente espectaculares, tanto a uno, la verde Santa Bárbara, las playas, el océano Pacífico, las Channel Islands y las plataformas petroleras; como al otro, con montañas totalmente secas y erosionadas. Ni Isabel ni yo nos podríamos creer aquello, y es que era difícilmente imaginable esa situación. Casi nos parábamos en cualquier sitio posible dada la belleza de las vistas. No era para menos, esto no pasa siempre.

Calle Gibraltar, camino de las montañas. ¡Danger!

Santa Bárbara desde arriba, el Pacífico y las plataformas petrolíferas

La verde Santa Bárbara con las Channel Islands al fondo

Isabel tomando fotos

El sol reflejado en el océano. ¿Ven las pistas del aeropuerto?

Las montañas del otro lado

A la vuelta cominos en un Natur Café y aprovechamos el coche para hacer compras, sobre todo agua. Con el cambio de hora ya hacia las 6 de la tarde apenas había luz, por lo que era una hora ideal para devolver el coche y regresar en autobús a casa. Iba a ser difícil volver a la vida real.

El fin de semana había terminado. Tres maravillosos días. Por el tiempo veraniego que tuvimos, por la fiesta de Irvine y la gente que conocí, por el Joshua Tree Park y por las vistas de la ciudad donde vivo.

Difícilmente superable.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Joshua Tree National Park y el regalo de cumpleaños

El fin de semana del 3 al 5 de Noviembre hicimos la que hasta ahora ha sido la mejor excursión de California, y no sólo por los paisajes, sino por lo que la rodeó.

Alquilamos, como siempre, un coche económico por internet, esta vez en National. Pero cuando fuimos a recogerlo el viernes por la noche nos llevamos una gratísima sorpresa. Santa Bárbara es una zona bien, la Marbella del Pacífico. Por lo tanto, debido al público que sirven, apenas tienen coches económicos. Un inciso, económico no es pequeño, aquí no se ven coches como mi Skoda Fabia, por ejemplo. Así que por el mismo precio nos dieron un descapotable, todo un Crysler Sebring para nosotros. Era sin duda, un gran regalo de cumpleaños. No fue el único, ya que Isabel me regaló un polo y la correspondiente tarjeta de felicitación multi-idiomática. Unos 26 años muy bien cumplidos.

Ese viernes por la noche, justo al salir del trabajo y tras recoger las cosas en casa, fuimos a Irvine, ciudad un poco al sur de Los Ángeles. Allí hay una importante colonia de catalanes, ya que existen acuerdos entre su Universidad y la Universidad de California en Irvine (UCI). Uno de ellos regresaba a España y celebraban una especie de fiesta de despedida. Mike nos dijo que podíamos ir y quedarnos a dormir en su casa. Así hicimos. Fiesta nocturna con un poco de bebida y música en una especie de sala dentro de la ciudad universitaria, donde, increíblemente pero cierto, no se podía fumar, afortunadamente. Yo apenas tomé nada porque no estaba muy bien del estómago. Allí conocí a un montón de españoles, no sólo catalanes, que eran mayoría, sino a madrileños e incluso una andaluza que, casualidades de la vida, también había estudiado Química en Sevilla, en mi misma Facultad. El mundo sigue siendo un pañuelo y cada vez se contrae más. No sólo había allí españoles, sino que también interactué con la fauna local. Hubo un americano pegado a una botella pequeña con un líquido rosa fuerte oscuro que se sorprendió cuando le dije que yo era químico. Me contó cómo él había investigado ciertos problemas de corte de luz en su casa. Resulta que el cable estaba a la interperie y claro, con la humedad y cubierto por hojas de árboles y tal, se fastidiaba. Así que decidió cubrirlo por algún plástico. Una conversación subrealista.

Esa noche dormimos en casa de Mike. A la mañana siguiente desayunamos por los alrededores y fuimos camino del Joshua Tree National Park. Este parque está en el centro sur de California, en pleno desierto y próximo a Arizona. Por los atascos tardamos unas 3 horas en llegar, pero, sin duda, mereció la pena. Además, en las zonas de autopistas del desierto se puede ir, legalmente, hasta un máximo de 75 millas a la hora (oficiosamente hasta 85), frente a las 65 (74) del resto del Estado. No se puede correr mucho aquí. 75 millas son, más o menos, unos 120 km. Accedimos al parque por la entrada oeste, junto a un pueblo llamado originalmente Joshua Tree. Imagínense el lejano oeste. Pues bien, aquello es exactamente igual.


El Joshua Tree, o árbol de Josué, es típico de la zona, un árbol que crece en el desierto. Creo que es famoso incluso porque U2 tiene un disco que se llama así. Es absolutamente impresionante encontrar un bosque de estos árboles en pleno desierto. Los paísajes son realmente alucinantes, las vistas, las montañas y rocas dañadas por la erosión, los cactus etc. Por cierto, Isabel se pinchó con las plantitas dichosas, no es un tópico...

Todo esto fue acompañado por un día espléndido, totalmente despejado, con algo de calor y, sobre todo, por las vistas desde nuestro coche. Si están en California, no duden en visitar este parque. Tiene un montón de sitios que ver, y desgraciadamente apenas tuvimos tiempo, porque la noche acechaba. Se puede acampar incluso dentro del parque.

Entrada oeste en Joshua Tree

Imágenes idílicas del parque

Escalando piedrecillas y jugándome la vida con el temporizados automático de la cámara

Keys View, con bastante viento

Mike y servidor posando para la posteridad

Isabel a lo estrella de cine

Me gusta conducir, ¿y a ti?

Carreteras del parque


Cholla cactus garden

La entrada cuesta unos 20 $ por coche, pero por 50 $ se puede comprar un bono que vale para todo un año y para todos los parques de California. Isabel lo tenía y, por lo tanto, dinero que nos ahorramos.

Preparando un simulacro de comida española en pleno desierto y a 10.000 km de casa

Comimos en plena naturaleza una especie de bocadillos de jamón (prosciuto italiano bastante aceptable del Trader Joe's) untados con tomate. Lástima de haber llegado algo tarde, hacia las 2 de la tarde, por no haber calculado bien las distancias y los atascos.

Salimos del parque por Cottonwood, al sur, ya casi de noche (esta gracia del horario de invierno, que hace que a las 5 y media ya casi no quede luz) y tomamos la interestatal 10 camino de Los Ángeles. Esta autopista, en sentido contrario, llega hasta Florida. Paramos en Palm Springs, una ciudad de unos 40.000 habitantes en medio del desierto. Es famosa porque tiene un paseo de las estrellas similar al de Hollywood. Allí nos tomamos un café.

Los tres turistas tomando café en Palm Springs

Paseo tipo Hollywood en Palm Springs

Ya en Irvine cenamos en un italiano, dejamos a Mike en su casa y emprendimos viaje hasta Santa Bárbara. Llegamos tardísimo, hacia las 3, creo, tras haber conducido un montón de kilómetros. Yo estaba literalmente reventado, pero había merecido la pena, sin ninguna duda. De todas formas al día siguiente había que levantarse temprano porque aún teníamos todo el domingo para disfrutar de nuestro convertible car...

martes, 14 de noviembre de 2006

Hearst Castle y los elefantes marinos

El Hearst Castle es un castillo-palacio construido por un magnate americano situado cerca de San Simeón, junto a la costa. En la actualidad pertenece al Estado de California. Desde Santa Bárbara se tardan en coche unas dos horas, hacia el norte por las autopistas 101 y 1, pasando por San Luis Obispo y por el Morro Bay. Fuimos con unos postdoc de Cádiz que conocimos en la Universidad, muy simpáticos. Un día en el que estaba comiendo solo en la terraza del chino escuché a alguien hablando en español, pero de España, y más concretamente del sur. Así fue como nos conocimos. Ese viernes hicimos una barbacoa en su casa, que no tiene ni punto de comparación con la mía ni con la de Isabel. En su casa se puede vivir más o menos bien. Estuvimos con un chico de Canarias y una pareja de chilenos. Yo hice un par de tortillas de patatas, para variar.

El sábado tocó hacer tareas domésticas y descansar. El domingo fuimos de viaje, al ya mencionado Hearst Castle. El palacio intenta imitar estilos arquitectónicos europeos. A los americanos les suele gustar mucho, ya que no es normal encontrar ese tipo de construcciones por aquí. De hecho es uno de los monumentos más visitados de California. Pero desde el punto de vista de un europeo no parece tan atractivo, es una copia. Está bien para visitarlo y echar una tarde, pero poco más. Organizan varios tours de visita y la entrada cuesta 20 dólares. Nosotros elegimos el primero, especial para quienes visitan el castillo por primera vez, ya que da una visión global. Desde la carretera 1 se toma un autobús hasta lo alto de la montaña, donde está situado el castillo. Llama la atención la piscina de Neptuno, de estilo romano. Las salas interiores recuerdan a las de los castillos y palacios medievales europeos.

Catedral de estilo español

Piscina de Neptuno

Detalle del escudo con los símbolos de Castilla y León

Vistas del Océano Pacífico desde el Hearst Castle

Baños romanos

Apenas 4 millas hacia el norte desde el Hearst Castle, siguiendo la carretera 1, se encuentra otra de las mayores atracciones de la zona: los elephant seals. Uno puede ver a este tipo de animales tumbados en la arena de la playa, nadando o peleando entre ellos. Conforme más nos adentremos en el otoño e invierno, más focas aparecerán. Pero parece que aún no habían llegado las grandes, aunque aún así, los bichos tenían un tamaño considerable. Su vida básicamente se reduce a estar tumbado, echarse arena para protegerse del sol, tomarse un baño de vez en cuando e incordiar a las demás focas. Un espectáculo natural digno de ver.


Elefantes marinos

En el camino de vuelta visitamos el Morro Bay, una roca en el mar que ataño servía de guía a los exploradores españoles. Aquella zona es surfera, había un montón de tiendas.

Morro Bay

Finalmente paramos en unos outlets, la versión local de los factories en España. Es increíble este país, puedes encontrar cosas baratísimas de primeras marcas. Me compré algo de ropa. Y así terminó el domingo. Este fin de semana fue medianamente tranquilo, afortunadamente...

viernes, 10 de noviembre de 2006

Tijuana

El domingo por la mañana emprendimos viaje a México. Desde el centro de San Diego se puede tomar la lína azul del Trolley y, en unos 50 minutos, apareces en la frontera, en la estación de San Ysidro-Tijuana. Una vez allí se sube por una especie de puente y se sale de los Estados Unidos.

Primer chasco del día: no había nadie. Yo esperaba que algún policía norteamericano me dijera adiós y el correspondiente mexicano me dijera ¡hola! y de paso me sellara el pasaporte. Pero nada de nada. En México se puede entrar sin ningún problema. La puerta de salida de los Estados Unidos es un torno tipo estación de metro, pero a lo grande. Hacia las 10 de la mañana estábamos cruzando la frontera.

Isabel saliendo de los Estados Unidos

Límite

Otro país más para la lista

Justo al entrar en México pedimos un plano de la ciudad. Nada más entrar empiezan a acosarte los taxistas, que te esperan en la frontera. No es necesario, ya que se puede girar a mano derecha y en apenas 10 minutos llegar a la Avenida de la Revolución, centro comercial para turistas de Tijuana. El paisaje cambia un poco. Todos dicen que Tijuana no es representativa de México. El hecho de estar en la frontera le da un carácter peculiar. La gente es muy agradable, aunque te piden entrar en cada tienda y cada restaurante. Vimos la catedral, un mercado con condiciones regulares de salubridad y la zona comercial normal. Tengo que reconocer que en cuanto nos alejamos un poco daba un poco de miedo. La zona de la Avenida de la Revolución está medianamente limpia. También lo estaba la zona cultural.


Bienvenidos a Tijuana

Avenida Revolución

Catedral

Mercado local

Hay algún que otro tópico sobre Tijuana. Yo iba con algo de respeto, pero luego no es para tanto. Los americanos lo cuentan desde su punto de vista, y es que con las pintas que llevan y al no hablar el idioma son presa fácil de delincuentes varios. Y los jóvenes que pasan allí a beber, porque es más barato, tres cuartos de lo mismo. Ni Isabel ni yo entrábamos en ese conjunto. No deberíamos parecer muy españoles, porque siempre nos hablaban en inglés, pero cuando respondíamos en español y les decíamos que éramos de España, siempre nos respondían con ¡la madre patria! Me gustaba aquello. De todas formas es una ciudad fronteriza, y hay que tomar precauciones, como en todos lados. Por el día y en las zonas comerciales no suele haber problemas, ya que hay mucha gente en la calle. Por la noche supongo que será algo menos agradable. Y el tema de la corrupción policial... sinceramente no sé. Por lo visto le pasa de vez en cuando a los americanos. Bajo cualquier excusa el policía de turno intenta atemorizar al correspondiente americano o extranjero joven con pintas de haber ido a beber pidiéndole dinero a cambio de no arrestarlo por supuesta tenencia de drogas. Pero, en definitiva, sólo vi a un policía que pidió el pasaporte a un chico americano justo cuando nosotros entrábamos por la mañana. El mayor posible problema sería que nos robaran el pasaporte, porque volver a entrar a los Estados Unidos hubiera sido algo complicado. Resumiendo, un poco de cuidado, quizás algo más que en otras ciudades, pero tampoco es para tanto.

Aquello estaba lleno de tiendas donde podías comprar todo tipo de artesanía y recuerdos. Muchos americanos pasan a Tijuana a por medicinas, ya que allí no les piden recetas. De hecho, hay un montón de farmacias. En la cabezera de la Avenida Revolución tenían a un niño cantando rancheras. Cuando volvimos por la tarde aún estaba ahí, pobre chico...


Son típicos también los carros tirados de burros, que no se mueven, cuyo objetivo es atraer a los turistas a que se pongan el traje típico y se hagan una foto. Cuidado, no trates de hacer fotos por tu cuenta que se enfadan.


Quisimos ver también la zona comercial para los residentes y cultural, el cecut, alrededor de un museo y de un cine omnimax, para lo que pillamos un taxi, que nos llevó allí por unos 3 dólares. Esa parte era muy parecida a cualquier ciudad americana o europea, con centros comerciales y gente que iba en coches a ellos. Esa zona me gustó. Entramos en un museo de armas, que ya comenté en el otro blog.

Cine Omnimax, "la bola"

Museo y mapa del país

Curiosa señal de stop

Zona moderna y comercial de Tijuana

Se recomienda no beber agua y comprarla embotellada. Nosotros incluso ni comimos allí. Lo positivo es que se puede pagar en dólares en todos lados, hasta en los supermercados.

A las 3 de la tarde iniciamos la retirada, para que no nos pillara la noche. Para evitar problemas Isabel y yo no paramos de hablar en español entre nosotros hasta que estuvimos en la frontera, y es que no había que parecer americano, aunque ya dije antes que no era para tanto.


Vista de la ciudad camino de los USA

Entrar en los Estados Unidos es algo más difícil que salir, como se pueden imaginar. En coche se forman unas colas tremendas. Nosotros, como peatones, esperamos unos 20 minutos. Si entras en los EEUU sin visado, por menos de 90 días, puedes salir y volver a entrar sin problema, basta con enseñar el pasaporte y, si te la piden, la tarjeta verde que te dan a la entrada. Si vienes con visado de estudiante, te tienen que autorizar en la Universidad la salida del país, para lo que te tienen que firmar el formulario DS 2019. Sin embargo a Isabel no se lo pidieron a la entrada. Como norma general, cuanto más corta y sencilla sea la conversación con el agente de la frontera, mejor; con darle el pasaporte, vale. Si te pide más cosas, se los das; pero si no, nada. El señor agente de este día era mucho más simpático que el de Chicago.

Coches esperando a entrar en los Estados Unidos

Paso fronterizo

Y así terminó la visita testimonial, lo justo para decir que he estado en México. Gente agradable y paisaje distinto. Se nota la pobreza, sobre todo en algunas zonas, pero también tiene sus partes desarrolladas. No hay que caer en los tópicos.