Tarde o temprano tenía que llegar, a fin de cuentas me terminaría adaptando a esta situación, como ya dijo una vez el jefe supremo:
"Este Alberto se adapta rápidamente a cualquier lugar" (JMTdL)
Aquí en Santa Bárbara vivo lejos del centro; yo vivo en el centro de Sevilla. Aquí en Santa Bárbara no hay edificios grandes; en Sevilla sí que los hay, aunque no tan altos. En Santa Bárbara es difícil encontrar a gente por la calle; en Sevilla lo raro es no encontrar a nadie. Con razón no me encontraba yo bien aquí, era raro. El cambio había sido bestial, era normal mi estado de ánimo.
Ese sábado salimos por el centro de Santa Bárbara, por la zona comercial, la calle State. Eso ya era otra cosa. Tampoco es que sea nada del otro mundo, pero se parece algo más al centro de cualquier ciudad. Calles limpias, ordenadas, tiendas, restaurantes etc. Me empezaba a gustar aquello. Lo que había visto hasta ese momento no era representativo de los Estados Unidos. Por cierto, la relación de restaurantes aquí es interesante. Puedes encontar casi cualquier tipo.
Esa tarde bajamos hasta el puerto, hicimos fotos y nos tomamos una especie de zumo-batido de frutas hecho en el acto. Me gustó.
A la mañana siguiente tocaba visita a Los Ángeles. Dedicimos ir en Amtrak, tren. El primero salía a las 6.45 de la mañana, así que pillamos el siguiente, a las 9.20. El billete de ida y vuelta sale por 40 dólares. Se tardan casi dos horas y media en cubrir las apenas 100 millas de distancia, unos 160 km. El concepto de alta velocidad no ha llegado aquí. Sin embargo, los trenes son cómodos, tienen dos plantas y butacas grandes. De mi casa a la estación de tren hay unos 45 minutos andando, con vistas al océano. El encargado de la minicafetería del tren había estado en España, en Rota y conocía perfectamente el sur de nuestro país. El mundo es un pañuelo, de hecho...
En la estación de Los Ángeles nos recogió Mike, un americano de la Universidad de Californa en Irvine que conocía a Isabel. Los Ángeles es otro mundo, creo que viven por allí unos 18 millones de personas. No sólo en Los Ángeles, sino en todas las localidades que lo rodean. Aquello es inmenso y el sistema de autopistas da miedo. Uno se puede realmente perder allí, con carreteras de 6 carriles en cada sentido, nudos de conexiones con impresionantes viaductos y astascos aleatorios. Desde la estación del tren hasta Long Beach pueden haber perfectamente unos 40 km. Un coche es casi indispensable. Paseamos por la playa de Venice, donde se ven las típicas casetas de los vigilantes de la playa. Hay un montón de puestecitos que venden cosas, y espectáculos callejeros. Cominos en un mexicano y nos fuimos a Long Beach. Allí sí que hay edificios altos. Visitamos el Queen Mary, un barco que se dedicaba a transportar personas desde Europa a América en el pasado. Estuvo interesante, de hecho creo que entramos por la cara.
Finalmente regresamos al downtown de Los Ángeles, desde donde cogimos un autobús destino Santa Bárbara. Llegué a la una y pico de la noche a casa, pero realmente el día había merecido la pena. Había visto otra cara de los Estados Unidos, los edificios altos, la ciudad, las playas. Sin duda aquello me empezaba a gustar...
1 comentario:
Yo tuve la suerte de estar un par de veces en California y me flipo, Es uno de mis estados favoritos. Visita tambien hacia el norte de Santa Barbara que es impresionante, Carmel, Peble Beach, 17 Miles, Monterey... uff paro que me estan entrando ganas de coger otro avion...
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